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Terminó su exposición, con la sorpresa de ser
escuchada por su profesor, aunque citara textos que él no recomendó. Lo hizo
con una confianza tal vez exagerada, pero con ese placer de saber que de eso no
iba a morir. De que le quitaran el reflejo ya había sobrevivido, ¿cómo no
sobreviviría a una simple exposición? Arrojada al miedo de no saber qué hacer
consigo misma, había estado tres años de su vida con un hombre que no amaba,
pero al que le entregó todita su vida, a ver si el sí sabía que hacer con ella.
Esa risa explosiva que la estaba invadiendo desde
la mañana y que se escondió un poco en el baño tras haber perdido su reflejo,
volvió y para quedarse. Reía por todo y compartía con todos. Amaba el azul del
cielo iluminado por el amarillo clarito del sol y cómo éste hacia ver de feos a
todos sus amigos. Reía con ellos sobre esas historias y compartía secretos de su noviazgo de mentiras. Ellos le
confirmaban las andanzas de Lucía y Carlos, y ella lo reconocía, porque al
igual que su madre, también le sentía ese olor a sexo que no era de ella.
No recordaba la última vez que había disfrutado de
un momento como ese, sabía que cada que hacía sol, se escondía en la cafetería
o en la biblioteca y desde la ventana insultaba el calor y el sol. Seguía riendo
y entendía, como si ya lo supiera desde hace tiempo, que necesitaba
encontrarse, no sólo a su reflejo, si no a toda ella, para llenar ese vacío que
nadie podía llenar. Esto le pesó en la
garganta y se quedó allí por un buen rato. Y cuanto más reía y hablaba con sus
amigos, más sentía curiosidad de saber si su reflejo ya había vuelto, igual se sentía muy bien como para que, de tanto reír, su reflejo no volviera a
compartir la risa, que perdió por miedosa.
Se excusó con sus amigos y se dirigió a los baños
del campus, aunque en el camino se dio cuenta que su viaje era inútil. Tampoco
tenía reflejo en las ventanas de los edificios y salones del lugar. Por donde
quiera que pasaba no se veía rastro de ella, y en vez de asustarla y de sentir
que tal vez alguien más podría darse cuenta de ello, corrió por todo el campus
riendo y tratando de buscarse, aunque supiera que aún no era el momento.
El ataque de risa volvió y lo del sabotaje gracioso
le sonaba a cosa del pasado. Esas ganas de buscarse una imagen para sí misma,
porque para los demás al parecer ya tenía, la animaban a inventarse y
reinventarse. A ser otra mujer, a tener otros ojos, otra boca. Nadie le decía
que no, y si buscar su libertad había resultado tan simple, buscarse una imagen
podría ser más sencillo.
Corría buscándose en todas las ventanas y vidrios
que encontraba, a ver qué reflejo podría ser esa tarde de lunes. Y sin embargo
con el corazón en la mano deseando nunca encontrarse, para seguir corriendo en
libertad.
Corrió hasta llegar a su casa, con cansancio y sin
imagen.
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