25.11.18

Emotional

Esa es la palabra para describir esta experiencia: EMOCIONAL.

Hoy desperté más sensible que de costumbre. Llevo tres meses trabajando en mi nuevo trabajo y la energía que siento desde entonces es indescriptible. Me encanta. A veces odio todo lo que hacen mis colegas, odio el colegio, pero no mi trabajo y no a mis estudiantes. No lo que YO hago.

Por eso sé que valió la pena dejarlo todo allá en Colombia. ¿Que me vine detrás de un hombre? ¡Seguro! Y no lo cambio por nada. Una de las mejores decisiones de mi vida. No sólo he crecido como persona, también he crecido profesional y amorosamente, si se me permite decirlo.

Pero no deja de ser emocional. No deja de sentirse el vacío de casa. No dejo de sentirme homesick solo porque estoy bien acá.

Extraño a mis amigas  y amigos. Extraño tomar café y cerveza, cócteles o comer un helado mientras caminábamos por la ciudad contándonos la vida y el día a día. Compartiendo una y mil historias. Extraño caminar, simplemente eso.

Extraño los domingos de bicicleta, madrugar a las 5 am sólo para montar por horas y horas, llegar a la casa tarde el domingo, tomar una ducha y quedarme en la cama toda la tarde-noche.

Extraño a mi familia. Extraño las visitas, las estupideces dichas y hechas. Extraño lo incómodo, los silencios y los malentendidos.

Extraño tantas cosas que simplemente no voy ni quiero enumerar aquí. Porque este vacío seguramente no se me va a quitar sólo por escribirlo, como un conejito en la garganta que necesita salir.

Escribo esto porque no sé qué más hacer. Este vacío está desde hace mucho y cada día se disfraza de muchos colores y sé que cada día encuentro una manera más para lidiar con él, porque si alguien me pregunta que si me devuelvo allá le diré que no. No quiero. No ahora.

Estoy haciendo lo que me gusta y me están pagando un chingo por hacerlo. Me apasiona lo que hago y aprendo muchísimo haciéndolo. Tengo ahora tantos proyectos en mente que sé que Colombia no me puede ofrecer porque escogí uno de los trabajos menos valorados allá: ser profesora.

Así que no. No vuelvo a Colombia. Así que aprendo y desaprendo a cubrir este vacío que se agranda con cada semana que pasa. ¡Benditas vacaciones que se acercan! Son una recarga de energía inmesa, para seguir. Para no rendirse, para seguir viviendo esta experiencia al otro lado del mundo, aunque sea tan emocional. Benditas vacaciones porque voy a volver a ver a mi familia.

Necesito empezar el 2019 con todo su amor y energía.


21.11.18

Ервакыт, 2018

Hace dos años, tal vez tres, estaba frente al espejo del baño en el colegio donde trabajaba. Estaba maquillándome porque mi jefe no aceptaba que yo no sólo no me maquillara, sino que no fuera al salón de belleza todas las semanas para arreglarme el cabello. Porque claro, mi cabello crespo no podía ser otra cosa que la falta de aseo y arreglo de mi parte. No podía ser resultado de la genética que decidió que heredara estos crespos de mis abuelos.

Eso no era lo que quería decir.

Estaba frente a ese espejo y me pregunté que demonios estaba haciendo ahí, en ese trabajo. Y sobretodo, qué carajos estaba haciendo trabajando en un colegio, si odié tanto el mío. Había pensado jamás volver a él a que me dijeran lo que "tenía que hacer", a que me dijeran lo que "estaba bien y lo que estaba mal", según ellos.

No recuerdo si fue ahí mismo o más adelante que encontré la respuesta a esa pregunta. Yo estaba atrapada en un colegio por gusto. Porque así lo había decidido. No creo que logre jamás cambiar este sistema educativo. Lo que sí sé es que decidí estar aquí para quienes se sintieron como yo me sentí en algún momento, de estudiante.

Esa idea de ser profesora para cambiar el sistema en algún momento lo viví. Pero fue una utopía total. Cuantos más semestres en la universidad iban pasando, más iba entendiendo lo jodido, lo macabro, lo cochino que es este mundo. Y lo sucio que puede llegar a ser la educación, porque sigue siendo un negocio que beneficia a unos tantos.

Y en ese beneficiar a unos y no a otros es que a veces veo que quienes pagan todos los platos rotos de las malas decisiones, malas administraciones y demás, son los estudiantes. A quienes se supone, deberíamos ofrecerles nuestro mejor servicio educativo.

Ahora estoy aquí, frente a este computador sin saber qué pasó el sábado con uno de mis estudiantes. Erba o como suena cuando lo mencionan: Yerba. Fue la única manera en la que pude aprenderme su nombre, porque tiene esa ы rusa que no he podido pronunciar bien. Erba era mi estudiante de inglés del grupo 12 A. Estuve en algunas clases de inglés y en las de apoyo para su examen de IELTS. Desde el inicio noté su bajo nivel en el idioma y desde el inicio lo molesté, con cariño para que se acostumbrara a que le iba a exigir más. Y sí, desde el inicio supe que no iba a tener el mejor resultado, pero que al menos íbamos a intentar mejorar el que tenía entonces.

Lo que no nos esperábamos es que decidiera hacer copia el día del examen, el sábado. Claro, las personas encargadas del examen lo atraparon y anularon todo. TODO. Y no sólo es que no vaya a recibir un resultado ni un certificado de su nivel de inglés. Se trata de no poder siquiera intentarlo  y si de casualidad estaba en sus planes el aplicar a universidades internacionales que exigen el IELTS... bueno, es que me duele seguir.

Ahora mismo se está decidiendo qué va a ser de él. Me siento impotente, me siento frustrada, pero sobretodo me siento emputada. Así. Impotente porque su decisión de hacer copia es sólo suya y tengo más que claro que es algo que él tendrá que aprender a aceptar y ahí yo no puedo hacer nada más. Haberla cagado de esa manera en un colegio donde les encanta señalar a los demás cuando son los otros los que se equivocan (and god forbid it doesn't happen to us). Frustrada porque fue tan poco el tiempo que compartí con él, que habría deseado poder ayudarlo más. Poder escucharlo cuando veía en su cara todas las dudas y todas las inseguridades con las que cargaba. Yo sólo le ofrecí una sonrisa y unas pocas palabras, porque entendía que era difícil para él comunicarse conmigo (la barrera del idioma que él aún no domina, una cultura machista en donde él no tiene permitido decir que algo le está quedando grande y que necesitaba ayuda, urgente). Y emputada porque el colegio y sus profesores son los encargados de promover esa cultura de la copia, para favorecerse a sí mismos. Porque tarde que temprano algún estudiante iba a ser pillado (porque jamás durante los simulacros los detuvieron). Porque permitieron que él, con todos sus miedos y sus inseguridades fuera entre todos el que pagara los platos rotos. Él, sólo porque es otro y no yo

Siento todas estas cosas y más ahora mismo frente a este computador porque no he visto a mi estudiante desde la última clase. Porque no sé si su castigo incluye no volver al colegio, no terminar su bachillerato o qué. Entiendo más que nadie como sus miedos pudieron haber sido más grandes que el sentido común, pero cómo me duele que nadie haya hecho algo para evitarlo. ¿Qué no hice yo para evitarlo? En el post anterior hablé sobre el apoyo que los estudiantes necesitan. Estoy aquí, haciendo un reconteo de los pocos momentos en los que pude brindarle una mano. Los muy pocos. Y como ahora, en donde siento que todos le están dando la espalda (porque ellos también hacen trampa en muchos otros exámenes y es más fácil condenar al de afuera que al de adentro), me pregunto si puedo hacer algo. No para evitarlo, porque su examen ya está más que anulado. Hacer algo para que esos miedos e inseguridades que reconocí en él no se alboroten más con este error que cometió, con las palabras que debe estar recibiendo ahora mismo, juzgándolo después de no haberlo apoyado antes. 

19.11.18

Apoyo.

Estoy tratando de enseñarles a mis estudiantes el poder de persuadir a la gente. Que lo vean más allá de los múltiples ensayos que tienen que escribir. Que lo vean como una herramienta para la vida, porque poder convencer a la gente se me hace una habilidad que vale la pena trabajar.

Pienso en todos esos momentos en que he tratado de convencer a alguien de hacer algo, de pensar diferente o simplemente de compartir mi opinión. Y claro, no siempre es fácil, pero cuando lo logras te abre muchas puertas.

Cuando estaba en octavo (colegio, bachillerato), estábamos estudiando tres materias de tres énfasis diferentes que a final de año debíamos escoger para estudiar por los últimos tres años: pedagogía, comercio o artes. Desde entonces yo sabía que mi vida iba a estar dedicada a la pedagogía, no sabía cómo ni sabía bien por qué, pero lo sabía. Punto. Y desde inicio de año me había enfocado a trabajar fuerte en ese materia, para que me eligieran en ella. Porque la decisión final la tenían los profesores de acuerdo a nuestro desempeño. Sin embargo, en algún punto del año académico empecé a inclinarme por arte. Siempre me gustó el teatro, bailar y hacer cualquier cosa artística. Sentí que eso sería una herramienta genial que podría explorar como profesora o, por qué no, dedicarme al arte y enseñarlo.

Pero la coordinadora de énfasis tenía una idea diferente. Ella sabía de mis intenciones de entrar al énfasis pedagógico y notó que cambié a Artes "porque sí". Yo, en mi inmensa sabiduría sabía que iba a encajar muy bien en pedagogía y empecé a sabotear el proceso. Dejé de entregar trabajos o lo poco que hacía era mediocre. Un día, la coordinadora decidió llamarme y preguntarme que qué había pasado, por qué ese cambio. Recuerdo que mentí, recuerdo que dije que era culpa de mi papá, que no tenía ánimos de hacer ningún trabajo, bla bla bla. Ella dijo que lo que veía era que mis nuevas compañeras eran una mala influencia y que desde que ellas habían escogido Artes, yo había tomado la misma decisión para estar con ellas. Nada más.

Ese día me dijo que la decisión ya estaba tomada y que no importaba si escogía Artes, porque igual me iban a dejar en pedagogía. Punto. Recuerdo que lloré y que iba a hacerle todo el drama del mundo, pero me calmé rápidamente porque notaba que esa actitud infantil no iba a servir. Tenía que ser sincera y tenía que hablarle bien. Persuadirla para cambiar su opinión. Le dije sin más peros: "Yo sé que merezco más que nadie en el mundo estar en el énfasis pedagógico. Nadie más sabe mejor que yo que eso es lo que haré por el resto de mi vida, porque no me veo haciendo otra cosa que no sea ser profesora. Pero Artes es una cosa que sólo voy a hacer por tres años. Y quiero explorar esos tres años para sacar mi lado artístico y ser una mejor profesora. Una profesora que sea creativa y que tiene muchas ideas para aportarle a sus futuros estudiantes. La pedagogía vendrá porque son cinco años de universidad, y toda una vida profesional. Déjeme estar en Artes, no por mis compañeras, porque ellas ni siquiera saben por qué quieren ese énfasis. Yo sí. Quiero ser una profesora creativa."

Resultado: de todas mis amigas, fui la única que entré al énfasis artístico. Claramente fui a hablar con la coordinadora y agradecerle, porque sabía que esa conversación había cambiado todo. Agradecerle por dejarme hablarle. Por entender.

Después de ese capítulo me quedaron dos cosas en mente: uno, que persuadir es una excelente arma, que hay que saber manejar. Y dos, hay que saber leer a sus estudiantes para apoyarlos en lo que realmente necesitan. Esa coordinadora no sólo la convencieron mis palabras, estoy segura que al seguir todo mi proceso sabía qué era lo mejor para mí, y por eso sé que insistió tanto al inicio con no dejarme cambiar de énfasis, porque pensaba que era por influencia de mis compañeras. Pero me permitió hablarle, dejó que le contara por qué y siento que esa apertura de su parte permitió todo esto.

Tal vez sea una bobada, pero le agradezco siempre a ella por enseñarme eso. Enseñarme que hay que saber leer a los estudiantes y apoyarlos en lo que ellos necesitan, aunque a veces ellos mismos no lo sepan. Y lo digo ahora porque es lo que vivo por estos meses últimamente. Mis estudiantes de 12 y ahora de 11 tienen un mundo de cosas en la mente, la presión de la sociedad, su familia y el colegio pidiéndoles todo el tiempo que sean los mejores, que escojan bien sus carreras, que hagan lo que es "correcto".

Escucharlos ha sido un bonito proceso y espero que algún día pueda apoyarlos cuando lo necesiten, así como alguna vez ciertos profesores me apoyaron a mí.

18.11.18

Inicios de septiembre 2018

Yesterday I was feeling pretty much miserable. And I cried. I don't know if I cried myself to sleep or if at some point I stopped and focused on my breathing so I'd sleep. But I don't think that's what happened because that's the thing with me: I do not focus.
I'm getting myself into a big ocean of chaos when I could be just splashing the water with my feet while contemplating the view.

Being a teacher is not easy, and I know I felt how being a mediocre teacher is and how being a responsible one is, too. And in both sides of this spectrum, I had this feeling of being hopeless. Whether it's because I don't want to be mediocre and I want to challenge myself but don't know how or because I feel the pressure of those overwhelming challenges. It's as if I were incapable of overcoming anything that would meet my way.

Today I'm on the other side of these feelings. I've left the mediocre mask, to become this teacher who wanted to be challenged. But yesterday I cried. Today I've felt how doing my job and working with these kids gives me so much energy. But last night I could not get this feeling. In its place, I got tiredness, fear and... and something else. Something that took my deepest fears, my darkness and played with them for me to watch.