16.12.16

5

Recuerdo que en el blog anterior publiqué una imagen que decía:
- What do you wanna be in 5 years?
- Happy.

Recuerdo también que no sabía cómo me veía en 5 años (para entonces, el futuro 2015).

Esta noche no he dejado de pensar en quién fui hace 5 años y lo distinto que veo todo y cómo no me veía en esto ni en ningún otro lugar. Simplemente no me veía. Las fechas de hace 5 años coinciden, así que el 16 de diciembre también fue un viernes. Ese día salí de fiesta porque la chica que me gustaba cumple años y queríamos celebrar. Había decidido, ocho días antes, que no quería una relación a distancia con La Maga y que quería darle un chance a esta nueva chica.

Cinco años después me veo a mi misma asustada y muerta del miedo porque sí, porque no y por sospecha. Me encuentro con las maletas y cajas empacadas porque decidí que mi relación de cuatro años no tenía futuro y que ni en cinco años ni en dos meses me veía más en ella. Me encuentro a mi misma ad portas de mudarme por tercera vez desde que dejé la casa de mis padres y a horas de salir de la ciudad a decirle Sí a la vida, y a él. Decirle sí a una relación a distancia que siento tiene mucho futuro y mucho que ofrecernos.

Esta noche no siento más que ganas de llorar de felicidad y me emociona poder hacerlo, por fin, después de tantos meses. Estaba cansada de llorar de dolor. Esta noche siento ganas de cantarle a la vida y muero porque llegue el 17 rápido, o lento y seguro, no sé. Esta noche sólo sé que, así como aquella imagen que compartí en el otro blog, quiero ser feliz y hace cinco años no me hubiese imaginado que habría tenido que caminar todo esto para llegar hasta aquí.

Sólo sé que lo único que quiero ser es feliz, en las próximas horas, días y años. Como sea. Espero soltar el control y el miedo y confiar que el universo sabe cómo puedo ser feliz, muchísimo mejor que yo misma.

Confiar y ser feliz.

26.11.16

Bienvenidos.

De acuerdo a lo último que ha pasado en mi vida, presiento que este blog recibirá visitas de gente que no quisiera que leyera nada de mi. No porque tenga algo que ocultar, sino porque éste es un blog personal y creo que yo debería tener derecho a decidir quién puede entrar a este espacio que es mío. Como cuando le van a dar a uno un abrazo, hay cosas con el espacio personal que uno siente que le deben respetar, por puro sentido común.

Pero sé que usted no respetó eso, como cuando le iba diciendo a todo el mundo que a mí me gustan las mujeres. Yo tengo derecho a compartir esa información con quién yo quiera, no usted. Y ante eso, por eso sé y siento que tal vez este blog puede ser visitado por gente que no quiero.

Sólo digo esto porque no pienso disculparme por lo que aquí hay y habrá. No pienso ocultarlo y mucho menos, como siempre, no pienso dar explicaciones. Interpreten lo que aquí hay como quieran, no es mi problema. No pienso cerrar este blog porque es mío, es mi espacio y lo hago respetar. Cerrarlo o denegar acceso a él es ceder mi poder. No volveré a hacer eso.

Asi que: Bienvenidos. Aunque del "bien" no estoy tan segura.

20.11.16

Febrero 27, 2016

Esto sentía antes de mi famosa depresión pre-cumpleaños.

No sé ni qué decir. Me alegra saber que ya no estoy ahí. Aunque también debo decir que me aterra saber que hace tanto me sentía así y que el miedo estaba creciendo, apoderándose de mi. 

14.11.16

Libre.

Éste no era el próximo post que tenía en mente. Pero necesito escribir, necesito reencontrarme en este espacio mientras mi cabeza piensa millones de cosas y mis dedos tratan de agarrar las ideas lo más rápido que pueden sobre el teclado.

Necesito un abrazo, uno bueno, uno de verdad, uno que no sea por lástima, uno que no sea por obligación. Necesito un abrazo para sentir que me puedo desahogar, no para sentir seguridad, ni para sentir que "todo estará bien". Eso, eso ya lo sé. Todo está bien, siempre en la puta vida.

Creo que mi yo de hace un año, de hace exactamente un año vendría acá, ahora mismo y me cachetearía. Fuerte, tan fuerte que nos dolería a las tres. Mi yo del pasado, presente y futuro. Me preguntaría: ¿por qué putas te sientes así? No seas ridícula, no seas estúpida. ¿Acaso te crees esta película? 

Y mi yo del ahora mira hacia la pared, a esos dos papeles que escribí un sábado y decidí pegar para recordarme que debo fluir con la vida, fácil, poderosamente, que debo dejar de crear resistencias y problemas. Ser responsable y responder por mi elección y mi construcción.

En fin. Reconozco este nudo en el pecho, porque no se ha ido, porque sigue siendo el mismo, porque se transforma pero no deja de ser, no deja de existir. Y no dejará de hacerlo hasta que yo no lo acepte, embrace it.

Por miedo estoy perdiendo, cada día. Y aún me niego a creer que perder está bien, está perfecto. Aligera la carga, me hace más libre. Necesito perder tanto como sea posible, tanto que ya no tenga nada y sea tan libre como me merezco. Tan libre que vuelva el miedo a embargarme sólo para motivarme a hacer algo con este vacío que soy yo, a llenarlo de nuevos contenidos, más bonitos, más excitantes, más... no sé, todo eso que quiero ahora y que no me quiero negar. Aunque sea el miedo quien a veces ocupe primero ese vacío en mí.

A inicio de año escribí los dos post que daban inicio a como creía que sería este año. Y no pude estar más en lo cierto. Llenar el silencio con tanto ruido no me ha ayudado en absolutamente nada, y esconderme de este vacío no ha sido nada productivo. Tampoco el creerme esta película y dejar que quien podría ser se opaque.

Quería desahogarme y llorar se ha sentido bien. Adiós.

6.9.16

Annoyed.

Estoy harta de llorar. Estoy harta de llorar y sentir como se acumulan presurosas las lágrimas en mis ojos. Harta de sentir como bajan húmedas, pegajosas, dañinas.

Estoy harta de llorar, de sentir como baja el dolor goteando y lastimando porque se ha vuelto sufrimiento. Boo boo, poor me.

Estoy harta de llorar y de sentir como se acumula el dolor como un nudo en la garganta que me quema y que no puedo vomitar porque no es un conejito, no es blanco ni negro ni azul ni nada.

Estoy harta de llorar y de sentir el frío de mis lágrimas que me hacen dudar del futuro, de mi presente. Harta de llorar y no sentir el calor de las lágrimas que salen cuando soy simplemente feliz.  

Sí, estoy harta de llorar y que no sea de felicidad.

4.9.16

I'm your fool.

Is someone getting the best of you?



Desde que tuve mi otro blog, hace ya 7 años quería escribir sobre esta canción. Cuando la entendí, apenas salió y la repetían ocho mil veces en Mtv lloré demasiado. Y aún lo hago. Es decir, aún sigo sintiendo que no estoy dando lo mejor de mí y la canción me lo recuerda.

Me tengo que prometer a mí misma que las próximas veces que escuche esta canción pueda responderle Yes a Dave Grohl. Y a él, le voy a prometer a Dave también, porque a veces no me cumplo mis propias promesas.

Ridícula.

Hoy tengo la oportunidad de escribir algo nuevo en esta historia, en ésta que decidí vivir. Odio cuando los acostumbrados "no sé" se atraviesan y me sabotean. (Aunque, ¿a quién engaño?, soy yo quien los dice, soy yo quien se sabotea. No sé por qué juego a culpar a algo externo) Y ves, se atravesó otro "no sé" en esa parte.

Siento miedo y no lo reconozco muy bien. ¿miedo de qué, a qué, con qué, por quién, por qué?

Siento miedo, mucho miedo y sólo sé que es ese miedo que me paraliza. También sé que estando así no tengo nada nuevo que ofrecer. Nada.

Me siento ridícula en este parque, en pijama y con la bicicleta al lado preguntándome qué carajos voy a hacer, quién carajos voy a ser. ¿Esto es lo mejor que tengo que ofrecer? Este desorden de ideas, esta confusión, esto que soy en este momento.

Quisiera decir: esto soy yo, tómalo o déjalo. Pero el miedo es tan fuerte que sé que pareciera que no tengo nada nuevo que ofrecerte y que si te digo que lo puedes dejar, lo harás.

Ven, ¿y si me dejas? Igual puede que me este pudriendo por dentro, quedarte acá sólo te dará náuseas y malestar.  Ven, ¿y si me voy?

Sigo sin saber qué sería mejor y odio que de todas las opciones del mundo sólo se me ocurran esas dos. Que falta de creatividad para construir algo nuevo, pero eso sí, me sobran las posibilidades para sabotearme.

23.7.16

Quiero

Me quiero morir. Me quiero morir.

Quiero renacer, quiero ser.

5.7.16

Dígame.

No tengo claro el cómo, ni el por qué. Sé que me empezó a gustar cada vez que nos veíamos porque sí, cuando nos acompañábamos en la ruta o cuando él o yo nos poníamos cita para ir a tomar una aromática y hablar de nosotros o nuestros compañeros de trabajo.

Me siento perdida. Y no por qué esto sea así de caótico. Me siento perdida porque hace mucho que nada tan así pasaba tan rápido. En menos de un mes se coló en mis pensamientos, en mis horas y quiero pasar todo el puto día con usted.

A veces tengo el presentimiento que usted se va a ir a Kazajistán y no nos vamos a volver a ver. Lo cual me alivia, porque me siento perdida de no saber qué hacer con este revoltijo de sensaciones y sentimientos con los que me deja. Es más, a veces creo que lo mejor es que se vaya a Kazajistán. Que lo peor que puede hacer es quedarse acá, en esta ciudad, a 20 minutos en bici de mi casa. Por favor, no sé qué hacer conmigo misma y preferiría que el universo mismo tomara la decisión por mí.

Me encanta besarlo y que me sostenga en sus brazos, pero me martiriza el después, cuando dejo de verlo, dejo de hablarle. Esto me tiene mal y no sé qué hacer y preferiría no sentir nada, absolutamente nada para seguir mi camino, como se supone que iba.

Dígame que hago en su ausencia, si aunque no esté acá no dejo de pensarlo y de sentirlo.

13.5.16

This is beyond me, beyond you.

Tengo que hablar de esta canción, como si fuera una necesidad. Como se me ha vuelto costumbre respirar y escucharla todos los días. Voy a hablar de Daydreaming de Radiohead.

A Radiohead, como la mayoría de personas, la conocí por Creep y Karma Police. Eventualmente conocí High & Dry, y también me gustó, sin embargo creí que eso era Radiohead, que así sonaba siempre y nunca me interesó buscar más de ellos. Luego, nos viajamos con un LSD en diciembre del 2014 y Chico Calvin nadó en la cocina de Daniel cantando Idioteque y Everything in its Right Place. Me enamoré.

Claro, le doy gracias al trip porque exploré a Radiohead como no lo había hecho antes. Muchas veces los escuché por Chico Calvin pero es que nunca le presté atención. Nunca. Y ese día sonó y penetró. Me enganché y seguí escuchándolos. Creo que cuando se está en otro estado de conciencia se puede prestar atención a tan bellos detalles. (Ojo, no digo que estar drogado pues creo fielmente que hay muchas maneras de entrar en otros estados de conciencia)... En fin.

Así me enamoré y me fui "drogando" con su música, me obsesioné con Lotus Flower y todo. Pero ahora, Daydreaming me ha llevado a otro estado. Es única, la siento en cada hueso, me duele la ansiedad y la felicidad al escucharla. Me alegra la tristeza. Me dan ganas de llorar y de gritar. Me relaja y me eleva. Siento un vacío enorme en todo mi ser y  no siento miedo por ello. Siento lo frágil que es la vida y lo vulnerable que soy. Me empodera, me ayuda a ocuparme de lo importante de mi vida, dejando a un lado las estupideces del día, los chismes, el desamor.

Es hermosa.

Escúchela. Sólo quería decirle eso.





¿Alguna vez vieron PolyFauna, la app de Radiohead? No sé, para mí tiene un aire de eso.

27.2.16

Blanco - Negro

Tal vez cada año me reinvento. Tal vez cada año me invento una excusa para no ser feliz. Las opciones son todas, de hecho y creo que las respuestas son todas correctas también. No sé qué me estoy inventado ahora para no ser feliz, pero ha de ser algo bien huge, algo disque importante, como para tenerme con la cara más larga los últimos fines de semana. Debería tomarme una foto diaria, una semanal tal vez y ver los cambios y, tal vez, encontrar la fecha en donde me empecé a sentir tan miserable. Hombre, porque no sé, no tengo ni idea.

También quisiera saber desde cuándo me duelen los ojos, desde cuándo siento una película sobre  mis ojos que no me deja ver de lejos y hace ver todo tan borroso. Desde cuándo empecé a creer que de verdad mis ojos necesitaban ayuda. En fin, no viene al caso.

A veces creo que es porque no quiero ver el futuro (ah, ¿a poco no, mi psic?), pero si ese fuese el caso: ¿cuál futuro? ¿CUÁL? ¿Que acaso controlo el futuro, soy dueña de lo que pasa en el universo y, como si faltara poco, controlo cada detalle de mi vida? Pos a ver, ¿quién carajos me creo yo como para no querer ver algo que ni siquiera conozco, ni siquiera sé? (Ah, mi amiga ansiedad)

Yaaa no sé ni lo que estoy pensando porque sé que estoy llenando mis espacios de ruido, demasiado ruido. Mi trabajo, el mayor ruido, el que ocupa 5 días de la semana. Mi mayor excusa: "No tengo tiempo para pensar, estoy trabajando, trabajo con niños, mucho tiempo, muchas cosas por hacer, bla, bla, bla". Es increíble que me crea esa basura, pero así soy yo, creo cualquier cosa que me sabotee la felicidad. Y hombre, no digo que mi trabajo no haga parte de mi felicidad, na,na,na, digo que me estoy distrayendo de la vida misma dándole un peso muy grande a mi trabajo como para no poder disfrutar las noches cuando llego a casa. Pero así es, llegar a casa con cara de "me quiero morir, hoy dije lo mismo, los niños dijeron lo mismo, o bueno, al menos esta vez ya lo dicen en inglés y no en español, yupi por mi, la ticher", llegar con cara de : "no me hables, no me mires" y no poder evitarlo porque vives con el hombre de tu vida y tú, con tu cara de: "me vale madres la vida, ¿por qué nací?" pffff, no me entiendo, o sea, no sé cómo soy tan estúpida para sabotearlo todo tan así.

Tengo la cabeza en un lugar que no es productivo y mucho menos atractivo, un lugar que está putamente aburrido de la vida, un lugar que quiere descartar cualquier idea para ser feliz. Un lugar en donde quiero estar sola incluso de mí. No me quiero cerca, ni un centímetro. Iugh, me odio un poquito. Y luego me pregunto: ¿Qué hago? No quiero seguir así, yo no soy así, algo está mal, necesito corregirlo. Y la palabra mal empeora todo porque me obliga a ver todo blanco y negro, y yo estoy en lo malo, en lo negro, y tengo que llevarme al blanco, a lo bueno, pero debo preguntarme una y mil veces cómo llegar allá y me encuentro en la misma situación donde digo que no sé cómo llegar allá, que de hecho no sé dónde queda lo blanco, lo bueno, donde debería sentirme mejor. Y luego llega mi coach de noviembre y me dice: "¿mejor?, mejor es una comparación, y se hace desde el pasado, es decir, no estás viviendo en el presente, en el ahora". Y yo digo: "Fuck, eso ya lo sé, no me lo recuerdes you fucking moron, I know that already, I just need to fool myself, I just need to pretend I know nothing" Y luego me doy cuenta, que sieeempre, como quien hace las preguntas para confirmar lo que ya sabe, me doy cuenta que sé que no hay blanco ni negro, que están juntos, que están dentro de mí, y que blablabla.

Frustración. Nada me molesta y me frustra más que saber que tengo la respuesta y no hago nada al respecto. (¿Podría sabotearme más?). Hoy, después de dos meses, tengo una noche solita para mí. Hoy voy a estar conmigo, aunque no me guste, hoy voy a dejar de llenarme de ruido, porque siento un vacío muy grande, muy grande en mi pecho, pero hoy me voy a dar el permiso de sentir el vacío. No lo voy a evitar, allí está y me da miedo. Está, pero nadie me dijo que tengo que llenarlo. Ese vacío lo puede ser todo y quiero experimentarlo.

Recuerdo los sábados en la noche allá en el 2009, recién cuando empecé a escribir en Blogger y me drogaba con té de guaraná. Esos sábados en donde el vacío, ese que ignoraba en la semana se hacía más intenso en la noche donde todos dormían y yo estaba sola con mis propios pensamientos. Recuerdo que los domingos me levantaba con la satisfacción de haber descubierto algo nuevo de mí.

Mañana es domingo, siempre me gusto descubrir cosas nuevas los domingos.

20.1.16

Silence.

"It was a sense that reality was thin. I think it is thin, you know, thin as lake ice after a thaw, and we fill our lives with noise and light and motion to hide that thinness from ourselves." Bag of Bones, Stephen King. 



Calvin y yo decidimos para fin de año viajar a Villeta, Cundinamarca, un pueblo a 80 kms de Bogotá, aproximadamente. En bicicleta. Este es mi relato que tratará de contar esa experiencia que espero, nunca, olvidar. El sentido de la vida, la muerte y lo que somos como humanos se distorsionó, dejo de ser y volvió. Fue como drogarnos, pero sin drogas.

Aunque él quería viajar de noche, logré convencerlo de que ver la carretera a plena luz de día sería mucho más genial. Logré también convencerlo porque le dije que de todas maneras podríamos salir de madrugada y así tener un poco de oscuridad en la carretera por un rato. Nada de eso pasó, pues nunca escuchamos la alarma y nos levantamos cuando el sol empezaba a salir. De todas maneras decidimos salir, y el viaje empezó desde nuestra casa a las 7:30 am. Vivimos cerca de la salida de Bogotá por la Calle 80, así que estar en la carretera nos tomó apenas unos 20 o 30 minutos.

Personalmente, para el kilometro 15 ya me sentía cansada, y me frustré cuando nos dimos cuenta que mi llanta trasera estaba frenada. Más adelante pudimos arreglarla en una bicicleteria y el camino siguió abierto para nosotros. Ese camino nos llevaba al Alto del Vino, un punto muy concurrido para ciclistas. Ellos subían con sus bicicletas de ruta y su pinta pro al lado de nosotros y unos que otros nos daban aliento para seguir adelante (a mí se me notaba lo leeenta) porque sí, desde el kilómetro 18, la ruta empezó a ser de subida.


Llegamos al Alto con un sentido de victoria, sabiendo aún cuán lejos estabamos de nuestra meta. El problema de no conocer la ruta nos hizo detenernos demasiado en lugares que pudimos evitar para acercarnos más a nuestro destino. En fin, el no saber esto nos habría ayudado a meterle toda la ficha a la subida hasta el Alto, pues lo que venía después de eso no lo esperábamos tan pronto. Desde allí el viaje fue en bajada y perfectamente cuatro o cinco kilómetros los recorríamos en dos-tres minutos. Ahí también supimos lo que se vendría cuando nos tuviéramos que devolver. Madre de dios.

Llegamos a La Vega a las 11 am y el calor se empezó a hacer insoportable. Sabíamos que el sol de mediodía sería jodido, y aún así decidimos continuar. Una vez comenzado el viaje, no queríamos parar. Así que seguimos, confiados de que los 27 kms que nos faltaban se pasarían volando. No fue así. El camino no fue de bajada, fueron varios trayectos de subida y el esfuerzo y el calor de la zona cobraron su cuota en mí. Me desesperé porque sentía que no avanzaba, que me estancaba en cada kilómetro, que el calor no me dejaba mover. Sentí el inicio de alguna alucinación. Luego, cuando vi que faltaban 2kms para llegar me sentí desfallecer. 

¿Dos, todavía faltan dos? Lo increíble de sentirme derrotada no era sentir que mi cuerpo no podía subir, porque de hecho después del kilómetro 20 empecé a mejorar. Lo increíble era sentir como mi mente me decía millones de cosas, me hacía sentir sola -y estaba sola, porque Calvin avanzó mucho más que yo y en alguna curva me dejó atrás- y me hacía desvariar. Pensé demasiadas estupideces y tuve que parar, sentí inmensas ganas de llorar y me descargué en plena carretera. Lloré porque sí, porque mi mente se cansó de sentir el esfuerzo y no ver la recompensa. Lloré porque sentí que nada valía la pena, y lloré más cuando me di cuenta de lo tonta que estaba siendo, de lo putamente orgullosa que me podía sentir porque en el suelo ahora marcaba 77+00kms así que ya había viajado todo eso como para sentirme tan miserable.

En realidad paré dos veces a llorar hasta que finalmente recobré el sentido, pedalée como pude y me encontré con Calvin que me esperaba a lo lejos, preocupado por mí. Lloré junto a él y le dije lo loca que me sentía... bastaron unas cuantas curvas y allí estabamos. Habíamos llegado a Villeta.


Llegamos a las 2 pm y lo demás fue delicia. Piscina, descanso y mucho sol. Nos tomó siete horas este viaje, cuatro horas pedaleando full y tres horas pendejeando, tal vez. Al final, sentimos una victoria increíble. Dejé mi cámara en una tienda de ropa, así que gracias a ese detalle para recuperarla nos quedamos un día más de lo planeado y empezamos nuestro viaje de regreso el 2 de enero a las 5:30 pm. Esta vez sí ibamos a viajar de noche y creíamos que para eso de la 1 am estaríamos en Bogotá. Lo que no creíamos es que tardaríamos 15 horas y que estaríamos de regreso en nuestra casa hasta el 3 de enero a las 8:00 am, lo cual sí pasó.

Para mí el viaje de regreso fue mucho más fácil físicamente, aunque fue de subida todo el tiempo hasta volver al Alto del Vino y bajar. Lo que hizo este viaje único fue la magia y el horror de estar en carretera en la noche y la madrugada. Sin luz de ningún tipo (excepto nuestras luces de la bicicleta y los ocasionales carros que pasaban), sin música, sin nada. Sólo las ganas de volver a casa a descansar.

Aún estabamos cuerdos cuando llegamos a La Vega a las 9 pm. Tomamos algo, nos divertimos y regresamos a la carretera. El letrero de salida de La Vega decía clarito BOGOTÁ 54 KM y sentíamos un escalofrío de emoción y nervios. Luego fueron sólo nervios cuando la luz más fuerte delantera que tenía Calvin se descargó. Estuvimos quietos por unos 40 minutos hasta que hicimos unos cambios y conseguimos otra luz para él. En ese momento era medianoche y no había manera de que estuvieramos en Bogotá a la 1, esa idea ya había muerto ahí, y saber que faltaba una luz para el viaje me hizo sentir miedo. ¿Y si tenemos que quedarnos aquí, hasta que salga el sol? Creo que en ningún momento tuve miedo de que pasara un carro y nos matara, un camión o algo. Daba más miedo saber que estaríamos solos, en medio de la nada. Era genial, no debo mentir, pero aterrorizaba porque como persona "normal", me he acostumbrado a distraerme de mi misma, a distraerme de lo que es y lo que soy. A escuchar música y no pensar, no estar sola con mi propia mente. Él y yo nos sentíamos igual, pero ninguno diría nada porque sentiamos que si uno caía, el otro caería también y creo que estábamos tratando de mantenernos lo más sensatos posibles.

Nuevamente, el cuerpo no dolía, dolía no llegar, no ver que los kilómetros en el suelo disminuyeran. Dabas vueltas, y vueltas, un giro a la derecha, otro a la izquierda, sigues subiendo, y sigues en los mismos 40kms en el suelo. Nuestra mente no aguantaba. Sentiamos ganas de botar todo y lanzarnos al vacío. Abandonarlo todo como si nada tuviera sentido, ni siquiera nuestra propia vida. En algún punto pensé que morir no importaba, ¿qué sentido tenía la vida si igual vas a morir? Pero tenerlo a él, junto a mí fue un salvavidas. Sentir que tu vida no vale nada pero que ese otro que está junto a ti vale mucho, sentir que abandonarte es abandonarlo, fue algo que no me permití. Seguimos, seguimos, caminábamos de vez en cuando (a ese punto lo único que dolía era el culo) y seguimos.

Motivation with bear

Ahora, que si necesitábamos motivación, nos cruzamos con un perro de alguna casita junto a la carretera que resultó estar suelto y nos corrió detrás unos cuantos metros. De no ser por un carro que pasó y lo asustó, no sé qué habría sido de nosotros en ese momento. Fue el momento de terror y luego de carcajada que nos dio el viaje a eso de las 3am. Luego, a las 3:30 am vimos el primer letrero que decía El Vino, lo cuál nos daba esperanzas de encontrarnos con el Alto any time soon. A las 4 am vimos las primeras luces y personas despiertas en alguna tienda de El Vino y tomamos una bebida energizante para seguir. Que alegría saber que estábamos tan cerca.

Sin embargo, lo peor es llenarse de esperanza. Sentir que estábamos cerca cuando en realidad nos faltaban unos 8kms de subida fue tremendamente agotador, frustante y nos rayó más mentalmente. ¿Dónde quedaba ese puto Alto? Nuevamente seguíamos girando, derecha, izquierda, izquierda, derecha, y cada giro estaba lleno de ilusión por creer que al final del camino, ahí estaría ese gran letrero que diría ALTO EL VINO, BOGOTÁ 25 KMS. Caminamos un montón porque las piernas ya resentían las 10 horas de viaje en subida. Hasta que por fin, llegamos. ¿Que por qué tan ilusionados de llegar al Alto? Porque sabíamos que allí el viaje sería de bajada y luego plano, todo plano, todo cerca a Bogotá.


¡Llegamos! Llegamos justo cuando empezó a amanecer, no sé la hora, ya no importaba entonces. Era como si la vida hubiese cobrado sentido nuevamente, ¡y qué vista la que nos daba el Alto de ese amanecer! Tuve un mix de varias emociones. Durante muchas horas me sentí frustrada, enojada, feliz y dichosa de estar viajando. Cuando llegué al Alto sentí todo al mismo tiempo y no sabía sí reir o llorar. Tenía ganas de llorar, pero el cuerpo no reaccionaba, sólo servía para pedalear. Calvin y yo nos abrazamos y se sentía el miedo, el miedo de no lograrlo, de dejarnos llevar por la locura, de matarnos en la carretera porque alguna voz nos lo decía. Fue sentir que habíamos sobrevivido. Y por fin recibía mi pequeña recompensa, estaba cerca a Bogotá y esos últimos kilómetros parecían pan comido. 

Podría decir que fueron pan comido, pero se hicieron eternos. Sentir la cercanía de mi cama me dio sueño, tenía miedo de dormir mientras pedaleaba pues las pocas veces que nos deteníamos me quedaba dormida hablando con Calvin. Pero llegamos, aunque la frustración siguiera presente, era como si la mente peleara con lo que era, ¿por qué si pedaleo y pedaleo no avanzo, no estoy ya allá? Una pelea estúpida pero necesaria, porque creo que nunca en mi vida había sentido tanto y me había llevado al extremo. Sentí lo frágil que soy, me sentí una con todos los árboles y plantas que habían a mi alrededor y sentí lo fácil que podía convertirme en polvo. Un polvo que podría volar por todas partes. Sentí lo grande que soy y todas las posibilidades alrederor. Para mí quedó claro que el silencio habló más que el constante ruido con el que me rodeo todo el tiempo y entendí esa necesidad de vivir escondiendo el silencio. Qué miedo le tengo a la verdad, a la fragilidad, a la muerte, a la vida, a la idea que me he vendido de la "realidad". Sentí que todo lo que sabía no servía para nada, que no era importante y que en realidad, así es. Nada es tan importante. Nada.

Debo decir que nunca me había sentido tan viva. ¡Qué excelente manera de empezar un año nuevo!

5.1.16

Dos mil dieciséis. Enero.

Tengo miedo. Sé que soy más grande que este cuerpo que tengo y sin embargo tengo miedo. Precisamente miedo de esa grandeza porque este mundo me ha querido enseñar a ser chiquita, a sentirme débil, frágil. Tengo miedo porque no conozco mi grandeza. O tal vez, no la reconozco. En algún punto de este gran viaje que es la vida, viví siendo tan poderosa y grande como puedo llegar a ser pero luego decidí instalarme en este cuerpo para vivir unas y muchas experiencias que me llevaran a reconocer mi poder.

Me traje a mi misma a este espacio en donde el poder y la grandeza se han cedido a otros cuerpos, otras mentes, otros seres y se me ha vendido la idea de que así fue, es y será para siempre. Escogí un escenario difícil pero no imposible para entender esta misión. Algunos le llaman dios, otros dioses, otros diosa, unos deciden pensar en su tal hijo Jesús y otros deciden confundirlo con Cristo. Están los que lo enredan con el espíritu santo y están tan cerca pero tan lejos de entenderlo. Yo no sé cómo llamarlo y en este momento decido no darle nombre, para no limitarlo. Solo sé que eso es tan grande como yo y me tiene aquí en un escenario para aprender, para evolucionar.

El problema ha sido identificarme con el escenario, con la película que he estado proyectando, tanto así que tengo miedo porque al final sé que todos mueren, incluyendo este cuerpo que tengo, y me he metido tanto en la película que he creído que soy tan efímera como el cuerpo que habito. Tengo miedo porque en la película aprendí a temerle a lo desconocido. Pero ahora me doy cuenta que la mentira ha sido creer que mi grandeza es desconocida.

Voy a ver la película, entendiendo que en realidad, no soy ella. Yo soy eterna.

No hay otra verdad. Y a la verdad, no le tengo miedo.