El año empezó con no haber visto Batman. No, no lo ví, el chocolate sabía (y sabe) mejor. Con una conversación que se dañó y mis inexistentes ganas de dormir. Tomada hasta la media noche y besos deseados. Visitas inesperadas, compra de boletas, noticias que quería y no quería escuchar. Mi hermana enfermándose de nuevo y yo peleando con mi papá. Lágrimas que no quería ver y me movieron. Despedida inesperada y funeral. Ver un dibujo y llorar, en otros brazos. Confesiones y descubrimiento de sentimientos que, a lo mejor, también habían salido de la ciudad con ella. Recibir cartas que hacían comer rosas cuanto más las leía. Sinceridad que luego fue pateada por el miedo, por el apego, por... no sé aún qué. Adiós Enero.
Luego descubrir que las cosas no cambiarían, y si lo hacía, igual no me iba a importar porque si una llamada hacía más que una visita de 5 horas, estaba condenada a ser feliz en otro lado. Y sí, alejarme porque no podía con eso. Ser yo, aunque fuera lejos. Tomar, aunque no debía y escribir algo que se me salió de las manos. Dejarme llevar por la nada, tener que saldar cuentas que no debía saldar, porque no me correspondía y creer que estaba cargo de todo. Llamadas, sinceridad y el sabor amargo de la distancia. Poemas y más sinceridad, despedidas con besos que saben a un Hasta Siempre y luego sentir un compromiso inexistente. Adiós Febrero.
Necesidad. Ganas de gritar, de ser, de... lo que sea. Concierto, momentos y cumpleaños. Que el estómago se expresara con mariposas cada vez que recibía una llamada y pronunciar una palabra que nunca pensé, diría. Caminar y caminar porque la soledad te lo pedía y quedarte en casa pensando y pensando. Salir para confirmar que lo eres todo cuando quisieras ser su nada, cuando en tu cabeza no hay nadie más. Y que pam, ese día sea tu todo, por fin, aunque esté a un millón de pasos de distancia. Comer queso para seguir pensando y hablar de la nada con quien sea. Comer pie y seguir la rutina, ahora con documento que dice: eres mayor de edad y eres arrestable. Fotos que se tomaron y todavía preguntas qué te hicieron para que fueran enviadas con todas esas palabras que tanto me gusta decir. Celebrar un cumpleaños a distancia y amar cada día más el volleyball. Inventarte la pijama del pasado y creerte el cuento de la docencia. Sentir el cambio en tu pecho, en tu mente, en todo, sentir un shock y mucho miedo. Aplazarlo todo por falta de ganas, de impulsos, porque el papel de víctima era mejor. Adiós Marzo.
estaba condenada a ser feliz en otro lado
ReplyDeletequé bonito recuento :)
yo no recuerdo ni qué hice el sábado pasado
una entrada muy profunda
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