Hace más de 90 días, mi señor hermano se acercó a mi por primera vez en muuuuchos años a abrazarme. Ahí, las ganó con todas conmigo, y gracias a eso se dieron muchas conversaciones que no habría nunca imaginado que tendríamos. Hasta invitarlo a ver una película de la que sólo conocía el título y no entendió ni pito. En fin, que seguimos hablando y nos unimos. Preguntas, respuestas, lágrimas y esas cosas. Todo se dio, las conversaciones fluían y todo marchaba normal. Y sí, aunque de por medio estaba "el tallercito" que el hombre tomó, valía madres, estaba hablando con el hombre que me inspiró para ser maestra y al que le debo mi amor por la lectura. Eso era lo que importaba.
Otro fin de semana que pasaba y palabras que me dijo que habría deseado no escuchar, pero que él y yo sabíamos que eran necesarias. Mi papá, como raro, clave para mostrarme que no todo estaba bien y que podría estarlo. ¿Quién podría cambiar para lograrlo? Son años los que esperé para que mi papá diera el paso, pero mi señor hermano me motivó, no como el habría esperado, para que tuviera la conversación que quería con mi papá. Y sí, hasta ya sabe que me gustan las mujeres. Esa cosa a la que le tenía tanto miedo hace unos años y dije nunca de los nuncas le contaría... y mira nada más.
Y otro fin de semana, una llamada de domingo por la tarde, mi señor hermano al otro lado de la línea preguntándome por mis sueños, por lo que quería lograr y si estaba dispuesta a lograrlo. Sí, mi señor hermano me retó y yo que era una nenita débil que le tenía miedo a los retos. Dije que sí, como quien no se lo cree y acepté el reto. Y seguí sin creerlo hasta el siguiente jueves en la tarde, que me sentí presionada, me quedaban apenas pocas horas para empezar el reto. Mi señor hermano me enseñó con sus actos a declarar cosas, para que el universo te las dé, pues. Y sí, mi señor hermano ya había declarado que yo podía hacerlo, no más era que yo tomara acción. Y lo hice. Aunque esa misma noche me enterara que ese sería el único fin de semana para volver a ver a mi novia, me arriesgué a no hacerlo como habría querido para empezar el reto.
De eso ya van a ser 90 días, cuando empecé a retarme, cuando me retaron. Lágrimas, inseguridades, miedos, por montones y todos superables, porque si algo rescaté de mi fue el creerme que todo se puede hacer, confiar un poco más en el universo y empezar a ser quien puedo ser para tener los resultados que quiero.
Mi señor hermano ya cumplió esos 90 días más otros tantos. Y no se imaginan lo orgullosa que estoy de él.
Ahora sigo yo, y el miedo me pica el ojo en la siguiente esquina donde tengo que cruzar. Ni modos, hago lo que sea necesario, porque luego de esa esquina se vienen mejores cosas para mí, pues así lo quiero. Que te jodas, miedo, he dicho. Este, por fin, es mi año. Y mi reto no acaba el 11 de diciembre, es apenas el comienzo de tooooodo.
[¿En qué momento mi hermano pasó a ser Mi Señor Hermano?... Jebús.]
Como te envidio. Esas sensaciones.. de hermandad, nunca.. NUNCA las conoceré
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Eres afortunada ¿sabes?
Besos niña.