"Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de afuera, la luz crepuscular... Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó"
Lejana. Julio Cortázar.
9
Su piel picaba de nuevo,
bajo esa comezón de cambio de piel. No sentía dolor, pero le incomodaba, se la
quería arrancar, necesitaba hacerlo. Le dio miedo que fuera tan literal como lo
estaba sintiendo, y quiso verse todo el cuerpo. Aunque estuviera tarde y ya
quisiera descansar el lunes más bizarro de su vida, quería saber si debía o no
quitarse la piel para aliviar la comezón.
Fue al baño, para mirar
si en su pecho había marca alguna de cambio de piel. No sabía muy bien como lo
hacían las serpientes, pero en algún lugar de su cuerpo se tiene que ver cuando
empieza a caer. Se acercó al espejo y se revisó el pecho. No tenía nada, ni
marcas, ni colores, ni nada. Su piel color canela y nada más. Pero no fue eso
lo que la impresionó, la conversación con su madre había hecho que olvidara
por completo que hoy en la mañana, había perdido el reflejo y que ahora, no
sabe cuántas horas después, pudiera verse el pecho sin ningún problema.
Se alejó del espejo
asustada, como lo hizo en la mañana y una vez más revisó el espejo con sus
manos. Su reflejo estaba ahí, o lo que ella creía que era su reflejo. Había
algo diferente, se recorrió el cuerpo como se lo permitía el espejo y trataba
de reconocerse. Reconocía la piel, la ropa, pero la cara, los ojos, parecían
otros. No dudó en tocarlos con las manos. Realmente los reconocía, pero había
algo diferente en la mujer que ahora tenía al frente.
La miró a los ojos
fijamente, buscando alguna respuesta que esa extraña boca se negaba a
regalarle. La miró prácticamente sin parpadear, tenía miedo de perder la
imagen, tenía miedo de empezar a reconocerse y ver de nuevo a la misma Alejandra. El reflejo es tan fuerte que seduce, atrae y mata.
Hace que ella muera ahogada en su propia imagen reflejada porque hay algo
totalmente diferente en mí y no sé cómo describirlo. No puedo desprenderme de
la imagen que tengo al frente, de reconocerme al ver esto nuevo. De ver la
sonrisa, la risa, una piel nueva y hasta voz. Puedo hablar por mí y ser yo. Soy
yo que me uno al cuerpo y me siento cómoda, como si fuera nueva la piel que
éste tiene. Me sonrío, porque me invade una extraña sensación de felicidad. Lloro. Se siente bien, como aquello que grité anoche, porque no quería más
estar encerrada. Y sé que me desaparecí por un rato, y a lo mejor me extrañó,
pero debía encontrarme en el cuerpo que quería, en uno que me permitiera hablar
por mí y me dejara ser libre.
Yo salí, pero a la anterior imagen tuve que dejarla en el espejo. Tal
vez no le haya gustado, no lo sé. No puedo preguntarle porque es ella la que no
tiene voz, y su sonrisa a medias y cabeza llena de preguntas sin responder no
conocen nada. Yo tengo respuestas y busco las preguntas. Yo tengo el sol
tatuado en mis pupilas y mis ganas de morder el mundo cada vez que salgo a él.
Si supieran lo bien que se siente salir, amarían encerrar su otra imagen. Yo lo
hice, y ese miedo tibio que se había apoderado un poco de ella empieza a salir
ahora con esa sensación de la garganta, sale con lágrimas. Lágrimas cálidas que
vienen muy de adentro y salen con el deseo de no volver. No las quiero. Ya
estoy afuera.
"Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez más de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila... sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y comprendí"
Axolotl. Julio Cortázar.
Estoy buscando, precisamente, eso. Mi reflejo. Mi imagen. La mujer que sé que existe en mí pero que hace mucho tiempo no veo.
ReplyDeleteCreo que estoy viviendo tu cuento. Y se siente una mierda, pero no deja de ser una linda oportunidad y un buen cuento. Literariamente me gusta. Es.. rico de leer. Fácil, convincente, ameno.
Un abrazo, te extraño.