Si a mí me duele no entenderte, no te imaginás lo que me pesa no entenderme. A veces lo intento, pero ahí me quedo yo, en el intento, mirando el abismo y no lanzándome. Llámalo miedo si quieres, sé que algunos perdedores me llamaran valiente porque sé como jugar seguro. Creo que esa es la expresión, no sé.
A veces intento buscarme, pero verás, también me quedo en el intento. Quisiera llamarme a mí misma una Sherlock Holmes, pero hasta Arsène Lupin se reiría de mí. Es patético como me puedo quedar dormida sobre el canapé con una linterna en la mano buscando las pistas que me conducirían a mí misma. Llámalo sueño si quieres, algo me arrastra y sé que no es cansancio, pero no vengas aquí a joderme la vida y preguntarme qué es, porque yo nombres nunca supe dar. Si ya mi gato se va a jubilar conmigo y todavía no recibe un nombre decente. No recuerdo ya qué nombre le dio Cristina cuando lo llevó a vacunar al pobre, pero de seguro fue algo gracioso. Sé que te reirás cuando lo recuerde y te lo pueda contar en medio de esa charla de cuarto de siglo que nos debemos con ese café caliente sin azúcar. Para tí con todos los sobrecitos de la mesa. Detalles que nunca voy a olvidar. En algunas cosas, como en esa, me conozco a la perfección, pero es que me quedo con detallitos que no sé si a veces me hacen a mí o me hacen el día. Algún día tal vez resulte tomando un café tibio con mucho azúcar y a lo mejor me guste, entonces dejaría de ser yo, ese yo que no conozco, y carajo otra vez se pierde. ¿Recuerdas cuando me tomé mi primer tequila?, sé que lo recuerdas porque fuiste la mejor imitación de mí aquel día. Mi cara con sal y asco, con esas absurdas ganas de vomitar el alma porque no soporto el ardor de algo que no sean esas palabras que nunca grito y aprendí a pasar con agua. Coño, es que aún no comprendo como pretendes ser yo y que cuando te lo pido no tengas ni un sólo adjetivo para describirme. Me jode saber que la persona que mejor me conoce en este mundo no pueda describirme y se quede sólo en entenderme. Me jode no poder describirme y seguir buscándome en tí, y vos en mí. También te debo esta, cariño, sé que vos andás buscándote conmigo también y a veces yo ando dando vuelvas detrás de mi colita de perro. No me queda más que seguir mordiéndome la piel y, por favor que tú también lo hagas. Que me quede por lo menos el sabor de ese café que ya debe estar frío.
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