En junio se cumplió un año de haberle borrado valiosos videos a un amigo, y aunque sigo pensando que ese tipo de cosas pasan porque a veces tiene que doler para aprender (de verdad), también simplemente prefiero recordar que en esas mismas fechas estaba estrenando mi copa menstrual. Y ya.
No creo que en este post vaya a decir algo nuevo para las mujeres que ya lo usan. Sí, es una maravilla. Cada mes que tengo la oportunidad de utilizarlo me alegra a diferencia de todos esos años en los que la menstruación se me hacía lo más harto porque era sinónimo de manchas, incómodos días y hasta irritantes.
Pero lo que más valoro de mi copa, más allá de darme la libertad que me da, de olvidarme por completo que estoy en mis días y que no tengo que estar en el baño a cada hora cambiándome una incómoda toalla higiénica, lo que más, más valoro es el hecho de reencontrarme conmigo misma en algo tan natural como mi menstruación.
Creía que no veía mi menstruación con asco, pensaba que yo era de las pocas que sabía que era algo natural, tal vez incómodo pero no era el fin del mundo... hasta que tuve que cambiarme la copa por primera vez. Para quienes no saben, el proceso es simple: la copa lleva una bolita al final que permite su agarre para extraerlo de la vagina. Sí, así de simple. Pero eso lo haces tú, sola, en el baño con tus manos. Eres tú y tu menstruación. Y creo que no estaba lista para ello. Descubrí que tenía asco de mi misma y que no sabía cómo hacerlo (más allá de la técnica), simplemente no sabía cómo lidiar con mi propia sangre. Descubrí que me sentía cómoda como el resto del mundo evitando lo que es natural: la sangre es roja, no azul como en los comerciales. La sangre es líquida y no dura como te hace creer la toalla. La sangre está viva y punto.
No me había sentido tan unida a mi misma como aquella primera vez que tuve que limpiar mi copa para volver a utilizarla. Y desde ahí celebro mi menstruación como jamás lo había hecho. Lo veo sin asco, estoy en contacto con ella y la dejo ir. (No, no voy a hacer nada más con mi sangre, eso se los dejo a las locas de la internet).
Este verano tuve la oportunidad de utilizar mi copa fuera de casa durante dos meses y fue genial. En medio del paseo, tratando de limpiarla, tratando de hacerlo naturalmente pero también pensando que cada quien da sus pasos a su tiempo y si alguna mujer no está lista para ver su sangre, seguro no está lista para ver la mía, así que soy prudente si debo hacer algo en un baño publico, sabiendo que no lo hago por mí, porque yo estoy muy cómoda conmigo misma.
Y pues, ¿quién no estaría feliz de decirle adiós a las manchas? Dioooooos, cómo sufrí con eso.
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