7.2.19

Pavlodar, segunda parte.

Un año y cuatro meses. Eso llevo viviendo aquí. Un año y cuatro meses cargados de viajes, experiencias, aprendizajes que habría creído inconcebibles si no fuera porque lo he vivido.



Empezaré por los primeros meses. El sentirme aún de viaje, como si aún no entendiera que este lugar no es un pueblo al que vengo de visita, sino al que vengo a quedarme a vivir por who knows how much longer. Los primeros meses todo parece un cuento, todo parece un sueño, todo parece una mentira. Una muy bella. Sin duda alguna seguía con la idea de que en algún momento me iban a despertar e iba a estar en Bogotá, al lado de mi mamá o algo así.

Conseguí trabajo a la semana de haber llegado aquí, en un instituto de estudio que aceptó pagarme por horas y por un buen precio. Básicamente empecé a ganar más que en Colombia por menos horas de trabajo. Fue totalmente independiente e incluso, fue tanto el desorden del instituto y sus clases que me ofrecí a organizarles un currículo para todos los níveles. Para Enero ya lo tenía montado y estábamos listos para ejecutarlo. Mis jefes estaban encantadísimos conmigo y me preguntaron por qué me ofrecía a ayudarlos, si mi intención era llegar a Colombia e implementar algo así o qué. Sinceramente lo hice porque podía y punto. Porque no soportaba el desorden en el que daban las clases y la mediocridad de algunas de mis colegas.

Pero antes de eso empezó una idea. Llegaban nuestras primeras vacaciones -winter break, y no sabíamos a donde ir. (Btw, esquiamos por primera veeeeeez) Finalmente el Sr. Ariza se animó por Tailandia y de paso ir a bucear allá. Y debo decirlo así porque así fue. Él se animó, él decidió, él quería. ¿Yo? Estando aquí me di cuenta que cualquier cosa que yo hubiera soñado había quedado en el olvido. Me di cuenta que cerré la puerta de los deseos y dejé de pensar en ellos.



Estando al otro lado del mundo me di cuenta que no tenía sueños porque una parte de mi se había resignado a no creer en ellos y mucho menos a creer que podían hacerse realidad. Y sé que Ariza notó esa actitud porque la idea de Tailandia no se me podía hacer más ajena. No miraba tiquetes aéreos, no miraba hoteles, no sabía ni cómo empezar. Me sentía una idiota completa y me horrorizaba la idea de decepcionarlo. Él tuvo una mejor idea y dejó los planes en mis manos. Me encargó de ellos para poder hacerlos míos, y a pesar del berrinche que hice y dejar al descubierto mis inseguridades, lo organicé.



Viajamos a Bangkok, donde comimos comida exotica y él se intoxicó, donde vimos Star Wars juntos por primera vez en el cine y tuvimos que levantarnos para el himno nacional!!, donde visitamos un chingo de templos budistas y caminamos y nos estafó cuanto taxista se atravesaba en nuestro camino. Fuimos a Chiang Mai y visitamos un santuario de elefantes donde les dimos de comer y pasamos la tarde con ellos, viéndolos ser en su habitat. Fuimos a Koh Tao y buceamos, muriéndome yo del susto en las clases pero luego amándolo desde  la primera inmersión. Descubrí que el mar es el mejor lugar para aprender a solar el control. Y ahí le dijimos adiós al 2017 y celebrabábamos la llegada del 2018 que nos encontraba juntos, por fin. Bailamos y cantamos hasta el amanecer y disfrutamos del hotel al que decidimos llamarle nuestra luna de miel, porque si no tuvimos boda, al menos íbamos a tener una luna de miel del putas!



Decidí empezar el 2018 pensando que todo lo que estaba sucediendo ya no era un sueño y que no me iba a despertar en Bogotá. Decidí aceptar de una vez por todas que todo es real y que no me está pasando a mí, sino que yo lo estoy generando, ahora de la mano de mi esposo. Me cansé de pensar que todo era una coincidencia y que las cosas sólo pasaban, los sueños se hacían solos realidad y ya.

Koh Nang Yuan

En algún momento lo escribí aquí, cómo me costó aceptar que me habían otorgado la beca en la universidad A MI, no por rifa ni por coincidencia, sino porque lo merecía. Porque mis esfuerzos habían generado ese resultado. Y no fue sino hasta finales del 2015 (dos años después) que lo vine a entender. La vida me había dado esa oportunidad a mí porque era para mí y punto. Lo mismo tuve que interiorizar al vivir aquí. Jamás, ni en mis más locos sueños habría imaginado viajar a Asia y MUCHO MENOS vivir ahí. Y heme aquí, en Asia central, viviendo y aprendido ruso. Русский !

Así que si la vida, cuando le pedí cambios (una vez más) decidió darme ese trabajo en ese colegio (cuando claramente no me iban a aceptar pero OH sorpresa, una profesora de inglés decidió renunciar justo ese mismo día) y la vida decidió darle trabajo a mi futuro esposo ahí, tres meses después y reunirnos en eventos fuera de lo común para que en menos de dos meses nos enamoráramos y la puerta de Kazajistán se abriera (que inicialmente rechacé porque hello darkness my old friend) pero que se volviera a abrir a los dos meses y esta vez dijera que sí... no, sería ridículo seguir pensando que TODO ES UNA MERA COINCIDENCIA Y YA.


Así que el 2018 empezó con ese tono más realista y me dio un poder que no sabía que podía tener. Por eso me decidí a planear un currículo para el lugar donde estaba trabajando y me decidí a llevar a cabo las clases como veía era la mejor opción. Las ideas resonaron y a ellos les gustó, pero a mitad de camino se quedaron atrás y yo necesitaba seguir moviéndome. Para finales de marzo me ofrecieron ser la coordinadora de inglés general del instituto a lo cual dije que sí, pero dijeron que hablaríamos después... dicha conversación nunca llegó. Para finales de marzo el hastío del inverno se vuelve insoportable y ya estaba aburrida en el encierro de la casa. Extrañaba salir en bicicleta más que nunca, extrañaba incluso la rutina de un trabajo con horario fijo. Necesitaba retarme, necesitaba hacer algo y perdí el entusiasmo en mi trabajo. Me aburrí.

Llegó disque la primavera, disfrazada de un invierno menos fuerte. La vida vuelve a hacerse más tolerable con la idea de que en algún momento la temperatura volverá a ser positiva y que la bicicleta que compramos en abril la iba a poder usar. Comí carne de caballo en Nauryz (que debería celebrarse en marzo, pero es aún muy frío y algunos lo celebran en abril) Llegó Mayo. Montamos bici y sentí un nuevo respirar. Me di cuenta que la vida en estaciones es una experiencia única y que le da un toque de novedad a la rutina de todo un año. Uno no es el mismo cada tres o cuatro meses, definitivamente. La vida se reinventa incluso con la ropa que uno empieza a ponerse.  Llegó mayo con una especialización virtual (TESOL) y me animé mucho más. Volví a querer mi trabajo, por lo menos lo que estaba haciendo, no el lugar. Y finalmente llegó Junio con el verano. Participé en la primera semana del Summer Camp en donde trabaja mi esposo y me ofrecí a ayudarles, de donde salió luego una propuesta de trabajo, una entrevista y un empleo fijo en un colegio internacional.

Y así termino la segunda parte. Hablaré del verano, que fue otra experiencia única, después.

1 comment:

  1. Siempre es un placer volver a leerte, y ver que escribes post enormes :3
    "Estando al otro lado del mundo me di cuenta que no tenía sueños porque una parte de mi se había resignado a no creer en ellos y mucho menos a creer que podían hacerse realidad".
    Yo tengo muchos sueños pero hay días que no tengo ganas de salir del cuarto. ¿Será el pinche frío, el cielo permanentemente gris?

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