30.3.12

Viernes en la tarde.

Lo menos esperado era una pelea con mamá. Después de alguna tarde borrosa y agitada, lo menos esperado era recibir un tipo de respuesta agresiva de aquella mujer que es un pilar fundamental en mi vida. Y eso es algo que aún debo aprender- lo inesperado que tiene la vida. 
Después de aquella tarde, de aquellas cosas ya esperadas estaban mi pijama y una buena cena. Y con mi pijama puesta y acercándome hacia la cocina por algo de comer, empieza la pelea con mamá. Sin razón aparente, o con alguna que ahora con descaro me atrevo a ignorar, ella me ataca. Como si la tarde que quiero olvidar no hubiese sido suficiente, mamá me ataca. Me ataca por no servir para nada, me ataca por ser inútil, me ataca por dedicarme a la docencia como si eso sirviera de algo. Sin embargo ella se las arregla para hacerlo de la manera más tranquila posible. ¿Pero cómo?, me pregunto yo. ¿Cómo lo hace, si yo siento ganas de arrancarle la cabeza por ser ella quien me ataca de esa manera? Duele, aunque quiera negarlo, duele. Duele en las entrañas, duele como si la conexión del cordón umbilical aún existiera y ella me transmitiera tanta rabia y dolor desde allí. Y sí, dejo salir mi instinto, tantos discursos sobre inteligencia emocional quedan reducidos a nada. A esa nada que mamá dice que soy. No funciono, no soy yo para pelear, para discutir, y menos con mamá. Pero ella sigue, ella sigue hiriéndome con sus tranquilas palabras. Yo, en mi desesperación sólo encuentro gritarle, gritarle como si con ello lograra espantar sus palabras, acallarlas. Porque tal vez así mamá me haría entender el porqué de sus palabras. Porque siento que atrás de todo ello se oculta algo más grande, algo totalmente ajeno a mi y mucho más cercano a ella. Alguna verdad que ella quiere esconder y que con gritos quiero ver. Y mis gritos se vuelven demasiada luz para  esa verdad, porque sí, mamá oculta algo tras la puerta, o mejor, a alguien. A un hombre, alto, muy alto, también delgado, de piel blanca y cabello claro. No logro ver cómo está vestido, pero sé que no está nada bien. Mamá me sigue hiriendo y a la vez, con su cuerpo, me comunica que ese hombre necesita ayuda, que papá, al otro lado de la cocina, no puede saberlo y que yo debo hacer algo. Me pasa algo de ropa, y de nuevo con su cuerpo, me dice que se la dé y que por favor, lo deje entrar en mi cuarto, sin que nadie, excepto las dos, lo veamos entrar. Yo entiendo, todavía herida y sorprendida, sigo gritando pero atendiendo a las órdenes de mamá. Tomo a ese hombre por sus manos, y el gentilmente se deja conducir hacia mi cuarto. Mis gritos se confunden entre lágrimas y mocos, y no paro de gritar, y  no paro de llorar, aunque ya haya llegado a mi cuarto, sostenga a un hombre totalmente desconocido en mis manos y estemos solos, los dos. Su rostro tiene una paz singular, una contagiosa pero cuestionable. No sé en qué momento, él ya utiliza la ropa que mamá me había dado antes. Yo sigo dudosa, sigo llorando y necesito respuestas. Lo empujo hacia mi cama o mejor, lo hago caer, pues mi cama es todo un refugio en el suelo. Lo hago caer o él se deja caer con una sonrisa, yo me lanzo hacia él, llorando, desesperada. Lo tomo de su pacífico rostro, como si allí encontrara alguna respuesta. Como si mamá me hubiese dicho que él sabría que decirme y que era imperativo tenerlo en mi cuarto en ese momento de mi vida. Lo tomo de su rostro, nos miramos, me sonríe con su rostro de niño grande, le pregunto entre sollozos cuál es su nombre. Él se ríe, muy inocentemente, me toma por mi rostro, como si fuera un juego al que nos invitamos a jugar, luego me toma las manos y me dice: "I see lies". Entiendo que ese no puede ser su nombre y que, al contrario, me está diciendo algo en inglés. Mentiras, eso es lo que ve. Yo me siento más tranquila. 

26.3.12

Dos.


2

La mañana era soleada, y su cuarto no podía evitar brillar tan fuerte como lo hacía hoy. Era lunes, como tantos otros lunes en los que ella se prometía a sí misma que las cosas serían diferentes, como ser ella quien dejaría a Carlos, como dejar el cigarrillo cada que estaba ansiosa y que, en su tiempo libre, volvería a tocar el piano como cuando tenía diez años. Promesas que lo único que hacían era brillar en el cuarto a las 8 de la mañana, rotas y totalmente esparcidas. Por fortuna, no tenía que compartir cuarto con su hermana mayor, aquella con la que sus padres vivían comparándola, porque su hermana, al menos, no vivía en el desorden de un cuarto lleno de promesas sin cumplir.

En el primer piso, tomando un café sin azúcar, estaba su mamá. Sabía que su hija menor debería estar en camino a clase de 8:30, que en ese mismo instante debería estar tomándose su chocolate caliente y quejándose por el sol de verano golpeando en la ventana de la cocina, pero se negaba a despertarla, veía en ello una tarea inútil. Primero, con los gritos que su hija lanzó a media noche, entendía que algo había pasado con Carlos, aquel muchachito –con diminutivo y todo– que detestaba tener cerca. El hombre, sin proponérselo, o tal vez con toda la intención del mundo, siempre olía a sexo, y ella sabía que no era con su hija.  Segundo, porque con ésta, ya se contaban tres semanas que había dejado de despertarla pues su hija alguna vez le respondió que detestaba que le recordaran que había amanecido viva. Su mamá, de la cual le heredó el cabello liso, el color canela de la piel y el miedo a la verdad, se aterrorizaba de tener que escuchar de nuevo esa horrible respuesta. Su hija, por su parte se alegraba, porque había encontrado la manera de evitar a su mamá en las mañanas. Que si se quería morir o no, todavía no lo sabía, pero aquello de despertar y ser una persona madrugadora realmente no era algo que quisiera hacer. Qué importaba si el precio a pagar por esto era una mamá traumatizada.

Su hermana de la casa ya había salido, y en la cocina preparado y listo les tenía el desayuno a sus padres. A su hermana no, y no porque no la quisiera y esa curiosa enemistad entre hermanas jugara con ella también, simplemente se cansó de ver cómo le rechazaban todo lo que cocinara. Su hermana menor sentía que todo tenía su sabor, ese inconfundible sabor a hermana mayor que sí podía ser el orgullo de la familia. El sabor al corriente éxito le asqueaba, como sol de verano en la cara.

El sol seguía brillando y el tiempo pasando, cada vez se hacia más tarde, y pues sí, qué más daba si éste era o no un nuevo día para el mundo, hoy ella simplemente no quería hacer parte de él. No quería ser persona, levantarse de su cama, siquiera bañarse y prepararse un buen desayuno. No sé si me duele la soltería en la médula o que simplemente él sí haya tenido las agallas de irse primero y que ahora no tenga con quien soportar tanta mier… sonó el celular, como si fuera su aliado en ese olvidado propósito de verse un poco más femenina y menos grosera, igual no importaba, estaba sola y no había nadie con quién lucir bien.

El celular sonó, y Camilo al otro lado de la línea sólo esperaba escuchar un “estoy cerca, ya los alcanzo”.

-         ¿Aló? –preguntó sospechosamente él al no ser atendido con el habitual “Hola, loser”
-         Miau –recibió como respuesta.

No sé ustedes, pero los maúllos son cosas de gatos, de esos que tienen hambre, sed, quieren ser consentidos o, al contrario, reclaman su independencia y sus ganas de ser libres. Sin embargo, también algunos seres humanos, especialmente los adultos, reproducen tan felinos sonidos. No como un juego de actuar como gatos porque sí, esos juegos se los dejamos a los niños y hoy ella no podía sentirse como uno. El supuesto amor y su exagerada independencia la ahogaban en el mar de cobijas.

-         Jódete, mujer. Llevamos más de media hora esperándote –escuchaba ella antes de volver a maullar.

Y él, con la esperanza de obtener una respuesta, dijo:

-         Sólo a ti se te ocurre hacer esto el día de la exposición final. Odio decirlo, pero sabes que te necesitamos. ¿Estás cerca ya?

Silencio y ganas de gritar al otro lado de la línea. Y como de la nada, el silencio terminó y las ganas de gritar se convirtieron en risas. En exageradas carcajadas que poco a poco se fueron apagando hasta convertirse en una respuesta entendible en humano. Ella pidió perdón por sabotearse, por parecerle gracioso y le pidió a su loser favorito que ni le preguntara por qué. Le dijo que no estaba ni relativamente cerca y que hoy más que nunca quería ser gata, pero que la magia se la dieron a la Maga de Cortázar y no a ella. Que ya salía en camino.

-         Pues espero que hoy de gata, tengas el caer en tus cuatro patas y enterita-. Su amigo colgó.

19.3.12

Uno.

1


Un día más un día menos, qué más daba. A ella no le iba a importar, y menos si afuera hacía o no ese sol de verano. Qué más daba si el día parecía tener un aire diferente, si en su cama y afuera, en el mundo,  ya eran las 8 de la mañana y ella aún dormía. Dormía toda una noche para borrarla, dormía toda una vida para olvidarla.

La noche anterior, Carlos, su novio de dos años, le dio punto final a la relación. Porque sí y porque no. Porque sí la amaba, sí, pero no lo suficiente como para aguantarla otro año más.  Sí, aguantarla, palabras que no se le iban a borrar tan fácil a ella, aunque durmiera por tres semanas. Y es que ella lo sabía, el amor, esa cosita que a veces sentía pero le parecía de mentira,  no era suficiente para mantener la relación. Nunca fue suficiente para evitar que, cada vez que a ella le daban sus ataques depresivos no-quiero-vivir-más-todo-es-una-mierda, él buscara a Lucía para un ataque de toda-esta-noche-eres-mía.  El amor nunca fue suficiente para que al menos eso le doliera de su relación de mentira.

Lo que sí le dolía era estar sola, enfrentar el mundo sin alguien, aunque fuera un novio cachondo que nunca entendería sus ataques. Salir a la calle sin tener a alguien con quien quejarse por el puto sol de verano que, de seguro, le quemaría toda la cara “sin aviso y sin piedad” un día como hoy. Pero qué más daba, ya estaba sola. Estaba sola como muchas veces lo deseo, pero como pocas había imaginado que lo estaría. Realmente creía que de esos ataques sólo quedaría el amargo recuerdo de sus gritos, de sus llantos, de sus horas de sueño para olvidar el mundo y de esa comezón que le daba al final, no sabía si por el calor de la cama o por esas ganas de arrancarse la piel para comenzar desde cero.

Por un instante, pasó por su mente la sensación de libertad, de sentir que bajo ese frío manto de la soledad podía ser libre, pero ese instante fue tan efímero como las sonrisas que le lanza a su madre cada vez que le pregunta cómo está y si todo anda bien. Porque así como nunca se sentía bien y no sabía por qué, ni cómo dar explicaciones, tampoco sabía qué hacer siendo libre. ¿Libre de qué?, si aún no conocía su prisión. Sabía que estaba encerrada, pero no sabía en qué mundo y si salía, tampoco entendía hacia dónde. El miedo a siquiera intentar robar las llaves de aquel lugar donde se encontraba –en su mente, quizás-  para poder escapar, bueno… le ponía la piel de gallina. Y sólo así quería tener la piel cada vez que Carlos trataba de seducirla, pero sin él, el miedo volvería. Aquella manera de ignorar el mundo en forma de hombre, con aroma de hombre, y sabor a hombre, había tomado la decisión de darle punto final.

13.3.12

Cambios


CAMBIOS
________ _______. Espejo. Bogotá. 2012. Páginas 32.

El cuento titulado Espejos fue escrito por la bogotana ______ _______, en él encontramos una historia de vida que puede servir de inspiración a muchas personas para dar ese cambio, que como dice la autora se aplaza para cada inicio de semana y nunca realizamos. El texto inicia con una sentida dedicatoria a Carlos, hermano de la escritora, quien le ayudó a iniciar ese anhelado camino hacia la libertad, además encontramos dos sentidos epígrafes de Julio Cortazar a quien ______ admira profundamente por sus finales impredecibles y magia al narrar; lo anterior sirve de preámbulo para adentrarnos en aquel maravilloso texto que esta dividido en nueve capítulos cortos. 

La narración inicia cuando una joven se despierta sin mayor interés por su día “dormía toda una noche para borrarla, dormía toda una vida para olvidarla”. Entonces empieza a contarnos como Carlos un tipo mujeriego quien era su novio desde hace dos años le había terminado el día anterior, pero el verdadero problema era su estado anímico con tendencias hacia la dependencia emocional y una depresión severa, motivo por el cual no le gustaba estar sola”como muchas veces lo deseo pero como pocas había imaginado que lo estaría”, lo anterior produjo en ella miedo a su propia libertad. Cuando volvió al mundo real luego de todas estas reflexiones se encontró con los compromisos universitarios y al intentar cumplirlos se dio cuenta que su reflejo había desaparecido, si bien estaba acostumbrada a sentir comezón en la piel y querer arrancársela, a amanecer con ganas de ser gato, o reírse sin motivo aparente, esto del reflejo era totalmente nuevo, así que intentó buscar su imagen por todos lados pero no la encontró ni siquiera en el campus universitario, no obstante estaba segura de no haber desaparecido pues sus compañeros de clase la vieron en la exposición “Tenia ganas de buscarse una imagen para sí misma, porque para los demás al parecer ya tenia” y su deseo se convirtió en realidad, de repente abrazo a su hermana a quien admiraba por quien era y no por la imagen de perfección que sus padres tenían de ella, y pudiendo ver por fin mas allá del miedo que normalmente reflejaban los ojos de su madre disfrutó de su compañía tomándose una copa de vino. Volvió al baño y encontró una nueva Alejandra cambiada de piel y apariencia. 

Es un libro recomendado para todo aquel que desee ahondar en las profundidades de un personaje complejo, que en apariencia puede ser lejano a nuestra realidad, pero que de seguro nos enseñara algo sobre temas tan difíciles de manejar como la depresión. ¿Que harías si un estudiante, familiar u amigo tuviera dicho problema? es la pregunta que nos deja. 


¿Qué les puedo decir? Es la "reseña" que le hicieron a Espejos, el pequeño escrito que hice para clase. y que pienso publicar por acá. No le cambié nada a la reseña, excepto dejar espacio en donde mi nombre real aparecía. Sí, a mi también me duele ver Cortázar sin tilde, pero qué se le hace, así va en la reseña :/ ¡les digo que no cambié nada!

8.3.12

Tres seis seis.



Martes 8 de marzo 2011

Un gracias por ser tú, que se volvió carta.
Un Feliz Día Mujer que se convirtió en Bienvenida a mi mundo.

Te amo, Maga.

7.3.12

Tan incómodo 2...

como que tu mamá ya sepa que no eres virgen y te pregunte si utilizas juguetes sexuales o cosas así con tu novia.



Jebús, no sé a qué punto de confianza he llegado con mi madre. 

5.3.12

¿Qué responder cuando...

te dicen que quieren hacerte el amor?



Mierda, es que no lo supero. Te quiero pequeña, y aunque hubiese sido agradable, no era lo que quería de ti, en primer lugar. Y en fin, no me vengas más con comentarios así. Gracias.

3.3.12

3. La otra


Se murió porque ella quiso;
no la mató Dios
ni el Destino.
Volvió una tarde a su casa
y dijo con voz eléctrica,
por teléfono, a su sombra:
«¡Quiero morirme,
pero sin estar en la cama,
ni que venga el médico,
ni nada! ¡Tú cállate!»
¡Qué silbidos de venenos
candidatos se sentían!
Las pistolas en bandadas
cruzaban sobre alas negras
 por delante del balcón.
Daban miedo los collares
de tanto que se estrecharon.
Pero no. Morirse quería ella.
Se murió a las cuatro y media
del gran reloj de la sala,
a las cuatro y veinticinco
de su reloj de pulsera.
 Nadie lo notó. Su traje
seguía lleno de ella,
en pie, sobre sus zapatos,
hasta las sonrisas frescas
arriba en los labios. Todos
la vieron ir y venir,
como siempre.
No se le mudó la voz,
hacía la misma vida
de siempre.
Cumplió diecinueve años
en marzo siguiente: «Está
más hermosa cada día»,
dijeron en ediciones
especiales los periódicos.
La heredera sombra cómplice
 prueba rosa, azul o negra,
en playas, nieves y alfombras,
los engaños prolongaba.

Pedro Salinas. (1931) En: Fábula y Signo


Nada es casualidad, y por alguna razón tuve que hacer una exposición sobre el señor Salinas, por alguna razón soy tan jodidamente curiosa y no me aguanté leer sólo un libro de poesía de él y me encontré con este poema que, por todito lo que ha pasado en estos últimos meses, fuck, coincide con esa pequeña muerte que tuve en Septiembre (y que no quise escribir en los post de Año 11, 12 meses) la única diferencia es que, ni mi sombra ni yo hemos muerto (porque soy hasta bien teórica y algunas teorías literarias no me dejarían por ahí, sin sombra, ni siquiera el psicoanálisis) Mi sombra está, pero ya no es protagonista, y mi mundo adquiere colores y deja de ser tan blanco y negro.

Feliz cumpleaños # nueve a mí :)