31.12.13

(8) Confieso que: (o volví a hacer un 'confieso que' después de dos años, démosle un regalo a Lyds, yaaaay)

Termino el año con lo único que se me ocurre. Un "confieso que" d'esos que no hago desde hace dos años. Pendejaditas varias. Feliz 2014.
  • Aprendí a dormir desnuda gracias a mi novio. Porque sí, dormir desnuda sola, con frío, puesss... no.
  • No me gusta utilizar los alimentadores de Transmilenio. Definitivamente no.
  • Aprendí a montar en bici sin las manos por un problema en mi vejiga. Pasa que casi me orino mientras iba en bici, y la única manera que encontré para distraerme mientras recorría los otros 20 minutos de camino hacia mi universidad fue esa: ensayar hasta lograr montar sin las manos y dar curvas. Es emocionante.
  • A mi mamá y su embarazo a los 17 años le debo mi miedo a quedar embarazada. Es una de las verdades más reveladoras de mi vida, a decir verdad.
  • Odio que la gente no se tome el tiempo para escanear bien las cosas. Yo, la que ha escaneado libros y libros por montones, soy una maldita perfeccionista con eso. "Déjenme ir".
  • Puse "Déjenme ir" entre comillas porque a decir verdad odio que terminen sus frases así. Tan jodidamente cool ustedes, pues. Los dejo ir a todos, no jodan.
  • Hace poco vi las fotos de una compañera de mi colegio (tiene 21 años) y se acaba de casar. Me pico un poco ver eso. Me espanté a decir verdad porque, ¿ya estamos grandes?
  • En octubre salí a bailar y un hombre no bailó reggaeton conmigo, me hizo el amor con ropa y no pude parar de reirme, fue muy, muy incómodo. Me quedo con las mujeres, ellas sí saben bailar.
  • Después de seis meses puedo decir que odio mi trabajo. Pero es una relación odio-amor, no sólo porque es el trabajo que le pone comida a mi mesa todos los días, sino porque es un micro mundo de mi vida y todo lo que me he rehusado a aprender allá afuera, en el mundo real, pasa ahí, mis inseguridades, mis miedos, mi papá regañón y terco (o sease, mi jefe) y mi constante búsqueda de aprobación. He aprendido más de mí misma que eso de rentar carros.
  • Siento que volví a esa yo del 2009 que no tenía muchos amigos, y los que tenía los mantenía alejados, para que no escarbaran tanto en mi vida. Estoy harta de eso, o sea, de estar así, como en el 2009.
  •  Aunque hay veces que siento que vivir sola es muy difícil (vivir sola: lejos de la familia), la verdad no quiero volver, no me importa el orgullo ni el que dirán. No vuelvo porque me siento incapaz de regresar al lugar del que siempre quise salir, sería como traicionarme, defraudarme y retroceder 100 kms. 
  • Yo no volvería a casa por mi hermana menor. Al contrario, me la llevaría conmigo. Siento mucha resposabilidad con ella, aún me siento su mamá, aunque haya sido en otra vida. Lo que sí tengo claro es que se merece a su hermana mayor, la que yo no tuve y rogué que ella sí tuviera.
  • Llevamos más de un año juntos, pero todavía no puedo creer que tenga un novio. Terminado en o.
  • Sin embargo no ha pasado que me gusten más hombres, no los encuentro feos, pero diooos que no me metería con ninguno en la cama. No, y  no.
  • Tengo mi propio hogar, y después de cinco meses se me han despertado las ganas de decorarlo, a mi manera. Pasó mucho tiempo para sentir esto.
  • A mi me gustaba Goku. If you know what I mean.
  • Al gran cambio en mi vida se le añaden "drogas". No he consumido, apenas y comí marihuana, tres veces contadas, pero sé que se vienen otras cosas pesadas, sólo necesito estar preparada.
  • Sí, me obsesioné con The Catcher in the Rye. Amaría tener una edición original en inglés.
  • A mí una mujer debería hacerme sexo oral y reinvindicarse conmigo en nombre de todas las mujeres.
  • Siempre he querido empezar el año nuevo haciendo el amor. 
  • Me ofendió haber gastado dinero cuando no tenía en un disco duro que nunca sirvió. Me pifiaron dos putas veces. 
  • Uno de mis propósitos para el 2014 es dejar de sentir tanto frío y aprender a calentarme sola. Un poco estúpido, lo sé.

22.12.13

Ciclos, cambios, vueltitas.

Declarar es muy importante. A mí me sorprende cada día ver cómo una "pequeña y simple" declaración de CAMBIO en el 2011 me tiene en tan bonitas y locas vueltas de la vida. Sí, aún me estreso y me enojo con la vida, porque la maldita costumbre ha quedado un poco. Y cuando digo poco, ahora sí es poco,  pues ya no voy enojada y estresada con la vida por más de una semana. ¡Ni siquiera más de una hora! Y ahí está mi nueva paz.

Para el 2011 la navidad fue aburrida, al igual que el Fin de Año, que lo pasé durmiendo desde las 10pm hasta que plop! ya era 2012. Para el año pasado, el 2012, la navidad fue como el inicio, el catalizador o más bien el empujón para decidir el siguiente cambio: irme de casa. La verdad es que la primera vez que pensé irme de la casa apenas tenía 5 años y me frustré mucho cuando me di cuenta que no tenía una maleta lo suficientemente grande para guardar toda mi ropa, así que con resignación guardé los pocos chiros que había sacado y los regresé a su puesto. Luego luego ahí sí pensé en que tampoco tenía donde vivir, sino fuera donde mis padres... pero una a los 5 años se preocupa primero por la ropa, la comida qué.

Ya venía yo imaginándome el asunto, desde el 2011, precisamente. Sin embargo todo el pinche cuento de mis miedos y mi grandísima pereza me tenían quieta. Pero fue esa Navidad, la del año pasado, la que abrió todo. Me sentí traicionada por mi abuela y por mi papá, como si los dos realmente me debieran algo, más allá de la sangre. (Aunque nunca viví ni he vivido con mi abuela.) Luego mamá, que se vendió a sus miedos e inseguridades, y mis hermanos, junto a mis papás, que se vendieron a la comodidad. En fin, que antes de eso venía apenas el fin de año y no soporté la idea de estar nuevamente con mi papá, al que llamé hipócrita y al que mi mamá encantadísima le contó que lo llamé así. Pasé mi 31 de diciembre comiendo queso, viendo Tv con mis cuñados y mi novio. Luego Amelié apareció y olvidamos por un momento que ya era 1º de enero. Lloré, porque mamá llamó y me dijo cosas muy bonitas e importantes, y más aún, mamá me hablaba sabiendo que había un cambio en nuestras vidas.

El 2013 empezó en un nuevo apartamento, con mi familia nuevamente reunida y hasta una prima incluída. Pero ese lugar no fue mío y nunca lo será, y lo único que siento que dejé allí y que debo traerme a mi nuevo hogar, es a mi gata. El 2013 vino para cerrar este ciclo, el tercero de mi vida. Los humanos vivimos ciclos de 7 años, y el próximo cumplo mis 21 años y por eso entiendo por qué cerré tantas cosas con mi familia para empezar por mi cuenta, por qué no soy la misma pendejita de 14 años depresiva. Y estoy feliz, porque es un ciclo que cierro muy importante, y uno que inicio mucho más importante porque es mi presente. 

Ojalá siga tan inesperado como siempre. Todavía no sé qué voy a hacer el 24 o el 31, después de tantas preguntas, yo sólo espero que me siga llevando a donde sea necesario estar, con mi bici, las luces de la ciudad y mis ganas de seguir aprendiendo, porque no vine a más en esta vida.

25.12.12 3am
Una que va en la bici y decide tomar una foto con sus dos manos. Just for the fun of it.

10.12.13

Mi bici y yo.

Yo cargo con miedo, lo cual no me hace sentir muy bien, y más con una declaración de ser una mujer segura. Sin embargo, ya dicen por ahí que tú decides qué hacer con ese miedo, si permites que te mueva o te paralice. A ese miedo paralizador le tengo miedo (sí, sí), porque vengo de una familia con miedos y miles de inseguridades que se acostumbró a la quietud, para evitar la fatiga, y enfrentar los miedos.

De ahí radica que me guste mucho montar en bici. Muchísimo. La primera bici que monté fue a los 6 años y era de una amiga, y siempre la monté (la bici) en un garaje, dando circulos y circulos al lado izquierdo (lo que me hace pensar que por eso sólo sé girar bien al lado izquierdo y no derecho, pues me parece incómodo). Luego de sorpresa, un 24 de diciembre a mis 7 años,  mi papá me llevó a comprar mi primer bici. Era morada, de ruedas blancas, pero eso sí, un poco alta y sin rueditas a los lados, como la de mi amiga, porque la idea era "aprender a montar de verdad". Ahí empezó mi miedo con la bici. Podía montarla, lento y bien, pero cuando se trataba de frenar, nunca pude, prefería botarme al piso como loca antes de frenar, y lo peor que me podía suceder era que alguien se atravesara en mi camino. Me daba pánico. El asunto fue pasar el miedo por mí misma, porque nunca tuve a nadie que me ayudara con eso. No me quejo, y ni sé por qué, pero así fue. Tuve que aprender a frenar de a poquitos, porque creo que mi gran error era frenar fuerte e irme contra el mundo. Cuando dominé lo de frenar, lo dominé todo.

Todas las tardes, después de la escuela, llegaba a casa, me cambiaba el uniforme y salía a montar mi bici. Tengo muchos y muchos recuerdos de recorrer el barrio en bici, me sentía supremamente libre y dueña de mi tiempo, de mi espacio, de mí. Recuerdo incluso esa vez que me estrellé con un perro. Esas cosas sólo me pueden pasar a mi, y la que más resultó herida fui yo, el perro salió ileso. (Lloré mucho y fue supremamente humillante, ahora cada que me acuerdo me da un ataque de risa) También, cuando mi hermano vivía en Fusa (un pueblo cerca de la ciudad), llevabamos mi bici y recorría la zona nice del pueblo en bici, toda, todita. Incluso todavía conservo una cicatriz en mi muñeca que me gané en una de sus tantas bajadas.

En fin, cuando cambiamos de casa ya tenía yo once años, y volvía a no tener amigos, excepto mi leal bicicleta. Sin embargo la pre-adolescencia llegó con pena y sólo podía salir con mis primos a la tan llamada ciclovia los domingos. El problema fue que mis primos, bien queridos ellos, siempre andaban con miedo cuando ibamos en bici. Miedo a otras bicis, miedo a ir muy rápido, miedo a acercarse a algún carro, miedo a pasar un puente, miedo a... en fin, de tantos miedos ya no los recuerdo bien pero sé que me los pegaron casi todos. Incluso mi papá, en el tiempo en que mis primos ya no salían porque la pre-adolescencia también les pegó a su manera, yo salía sola al menos una hora para andar en bici y mi papá sólo atinó una, UNA sola vez a decirme: ¿usted va sola por ese barrio?, pero si ahí roban bicicletas.. y gente. Dejé de andar por allá porque, aunque mi papá no estuviera en lo cierto, me dio miedo, joder.

Luego la bici se fue oxidando y no había quien la arreglara. Por más que quisiera a mi bici, nunca supe cómo arreglarla. Luego luego también llegó la época en que mi papá se acordó que todos los domingo hacíamos (desde mis cinco años) algo "deportivo-like", y como la vejez no llega sola (y los balones de baloncesto estaban más pinchados que las bicis) decidió que debíamos volver a ciclovia (además porque en su trabajo siempre regalaban maravillosas cosas, como MP3, iPod y una vez, le dieron una bici, que heredé instantáneamente), así que él con su bici semi-pro y yo con mi bici semi-mía nos aventuramos a madrugar a las putas 7am todos los domingo a montar bici. Mi papá no era flojo para levantarse a esa hora, yo sí. Así que siempre iba con cara de mierda a montar bici. Lo feo es que cuando yo ya estaba feliz en mi bici, el flojo era él que no pasaba de recorrer los mismos putos kilometros ida y regreso para luego volver a casa. Era frustante, y más aún porque él tenía la bici buena, y yo no, entonces si yo me cansaba, él me molestaba por floja. Cuando yo le pedía que hicieramos cambios de bici... ¿quién se lo aguantaba quejándose de mi semi-bici? Horrible. Luego vino algo peor, y es que tuvimos la primera gran pelea con mi papá, un sábado y esa noche me dijo: y no importa, mañana a las 7 de la mañana la espero despierta para ir a ciclovia. Eran las 6:30 y yo ya estaba lista, con los ojos hinchados de llorarlo toda la noche y de odiarlo toda la vida. Fue horrible porque aceleré todo el recorrido, simplemente para terminar rápido.Mi papá me pedía que no fuera tan rápido, lo que me hacía irrr más rápido. Llegamos a la casa de mal genio, porque sí. Desde ahí no quise saber más de montar bici, y mi papá no volvió a pedirme nunca que salieramos a montar. 

Un año después mi hermano, después de perder su trabajo y la novia (creo que así fue la historia) me pidió que lo acompañara a ciclovia. Fue mortal. No llevamos nada para hidratarnos (pensé que ibamos a hacer la misma pendejada que con mi papá) y no llevamos ningún tipo de protector solar. Estuvimos bajo el sol más de cuatro horas, sin nada de tomar y recorrimos miles de kilometros en Bogotá. Llegamos que no nos podíamos tocar la cara del ardor, ni las piernas del dolor. Mi hermano llegó medio feliz, porque sacó toda su ira contra el mundo de esa manera, yo llegué de mal genio porque me sentí utilizada :( jaja, en fin.



Desde ahí no recuerdo haber vuelto a montar bici, porque qué uso tenía. Mis primos son un poco más asociales que yo, y mi papá, no, otra vez esa vaina no. Sin embargo, cuando entré a la universidad quise saber cuánto tiempo me tomaría irme en bici, a ver si así sería divertida la cosa. Le pedí a mis primos que me acompañaran un domingo, el de prueba, a ver qué tal. Para colmo de males me acompañó mi primo, al que le han robado dos bicicletas en su vida. Él, tan querido conmigo, sólo logró asustarme más durante el trayecto. A cada nada me decía que nos estaban persiguiendo para robarnos las bicis, y el dinero... y la dignidad, qué sé yo. Incluso llegó a decir: "si vio a ese tipo que tenía una navaja grande, ese nos va a robar". Maldita sea, nos demoramos una hora de trayecto y renuncié a ir en bici porque si eso era a las 11 am de un domingo, ¿cómo sería entre semana a las 6am para llegar a clase de 7? El horror.

Pero luego, dos años después, llegó lo bonito. Chico Calvin anda en bici y una vez que cancelaron clase en la u, decidimos ir hasta el parque más grande de Bogotá, el Simón Bolivar... miento. Una vez fuimos a la feria del libro con él y salimos tan tan tarde que ya no habían buses que me llevaran a mi casa, así que él dijo que me llevaría en su bici. Por miedo y pena dije que no, pero sí accedí a que me acercara un poco, al menos para que el taxi que tuve que coger no me costara tanto. Yo, que cargaba con miedos de bici, y él, que llevaba mi misma edad montando en bici en la ciudad nos encontramos por primera vez, sobre la bici. Morí del susto porque no recordaba que debíamos pasar no uno, sino dos puentes, y el loco este decidió llevarme sobre su parrilla y sus "patos", al tiempo que al lado nuestro pasaban camiones pesados. Creo que grité un poco esa vez, pero estaba tan emocionada, dios.
Luego sí llegó la invitación al parque, invitación que incluía llevada en bici y todo. Acepté ir así, porque qué carajos sin saber que ahí ya empezaba a sentir el miedo de otra manera. De la universidad al parque hay mil rutas, pero tomamos aquella que él conocía más y que incluía subir un puente. No me oriné del susto, pero si morí un poco y me reí muchísimo, además que desde entonces descubrí que con los pies podía hacerlo a él ir a la derecha o a la izquierda, aún utilizo ese método para hacerlo voltear.

Mucho más adelante, cuando chico Calvin se quedaba en mi casa y salíamos para la U, aprendí otras rutas, diferentes a la única que utilicé con mi primo aquella vez de la prueba. También aprendí que no habían mil personas persiguiéndonos y tratando de robarnos la bicicleta en cada esquina. También aprendí que salir a las 6am era delicioso porque el frío que se siente va acompañado de vida. Y más importante aún, aprendí que muchos de esos miedos no son míos y no me pertecenen, se los devolví a sus dueños y agarré mi bici, la semi-mía. Después de un montón de arreglos (que todavía no terminan), monto a esa pequeña bici, que la creo de género masculino y le apodé: Mesié. No monsieur, porque una no quiere andar explicando la pronunciación del nombre de su bici por ahí.

La gente aún me pregunta que si no me da miedo andar en bici, y sobretodo cuando son las 9 ó 10 de la noche y voy para la casa. Nunca les digo lo que realmente pienso, porque es tarde y siempre quiero llegar a casa. Respondo que No, que No me da miedo y sigo mi camino. Y la verdad es que no, o no mucho. Me encanta ir y sentir que es el miedo el que me hace ir rápido (con cuidado), el que me hace mover las piernas y no perderme la experiencia. Me siento dueña de ese miedo, de mí misma, como me siento dueña de la bici, de andar por donde quiera para llegar al mismo punto. 

Y sé que ahora en Bogotá hay las mil y un campañas para mostrar la bici como un medio de transporte alternativo, ecológico, amigable, etc. Falta mucho, porque más que hablarle a la gente para que ande en bici, hay que hablarle a los que andan en buses y carros, conduciéndolos. Ellos, que a lo mejor también pierden el miedo cuando están frente al volante... pero también pierden la paciencia y la humanidad y se les olvida que sobre las bicicletas y motos hay seres humanos. Eeeeen fin, este post no es sobre eso.

Me encanta mi bici y yo creo que le caigo bien a ella. A él, como sea. Y me encanta que al menos en alguna cosa, aún, el miedo no es más grande que yo.

5.12.13

Felicitaciones.

Venía a escribir sobre algo (pronto a publicar) y resulté en Twitter, donde ya anuncian la muerte de Nelson Mandela. Miren que no soy una mierda de persona, lo juro, lo juro. Pero de verdad que me alegré, y mucho. Es una lástima, porque él no está en la tierra, pero es una alegría porque sus lecciones sí y este hombre... ¿tienen idea de cómo lo estarán recibiendo en este momento? Un gran maestro, que estaba de paso en la tierra para evolucionar. Por eso me da mucha alegría, porque si ha de ser necesario, volverá en otra vida y sus lecciones serán cada vez más fuertes para la humanidad.

Fin, aquí puede hacer como que no me leyó y olvidar este post para siempre. Fine by me.