16.1.15

No subestimar este post tan largo sería genial.

Era el año 2008. La Tonta era mi novia y recuerdo que ella siempre decía que yo la subestimaba. Nunca le entendí. Siempre le pregunté. No me decía por qué.

Lo que sí sé es que la palabra subestimar se quedó grabada en mi cabeza, porque no la entendía, de verdad que no. No podía entender cómo una persona puede sub-estimar a alguien. Eso no era posible para mí, aunque en la lengua existiera una palabra para describir dicha acción.

Y simplemente bastó ver qué discurso mental tenía sobre mí para aquella época (saliendo del colegio y esperando a entrar a la universidad) para reconocer que sí, la palabra existía por una razón y que, de todas las personas de mi vida, la persona que yo más subestimaba en este mundo claramente era yo misma. Por eso nunca le entendí a la Tonta, porque ella estaba en un nivel más alto de valor y estima para mí, que yo misma.

Me dolió mucho, muchísimo darme cuenta de eso porque la verdad, desde hacía muchos años atrás me había hecho una promesa silenciosa de nunca pensar sobre mi autoestima. No era fácil para mí asimilar que mi autoestima no era baja, sino nula. Y lo que me enloqueció más fue tratar de entender por qué era así, qué había pasado en mi vida, qué estaba pasando y porque yo no me valoraba ni siquiera un poquito.

De tanto que lo pensé empecé a ver las cosas más claras, y entendí por ejemplo, el porqué de mi dependencia emocional hacia mis amigas. Las necesitaba para que me dijeran lo que yo no era capaz de decirme a mí misma, y necesitaba tener a alguien externo que me dijera lo especial, lo chévere que yo era, porque eso no podía hacerlo yo misma. No era fácil mirarme al espejo y reconocer a la persona que tenía al frente como alguien que podría valer la pena. Por eso dependía de otros.

Entendí muchas cosas, dolorosas por cierto, pero me propuse a cambiar por mi bien, porque la gente va y viene, porque la gente un día te dice que eres lo mejor y no puede vivir sin ti, y next thing you know, lograron vivir sin ti porque encontraron a alguien mejor. Porque un día te decían lo maravillosa que eras y al siguiente te decían lo detestable y miserable que eras también.

Cuando entendí eso, volví a hacerme una promesa real, no silenciosa, de valorarme, no porque tuviera que hacerlo, porque qué mal se veía no tener autoestima, NO, lo hice porque lo necesitaba más que nada en el mundo. Porque me dolía no creermelas, no quererme, no valorarme. Y cuando te das cuenta que no estás valorando tu vida, o te matas o haces algo para cambiar las cosas. Yo me propuse honrar mi vida, matarme ya no era una opción.

Cada día es un nuevo día para aprender a valorarme, a quererme y honrar lo que soy y lo que hago. Por eso, créanme que me dolió entrar a trabajar este martes y darme cuenta que aún falta, que el camino es largo. Estaba en un auditorio lleno de físicos, químicos, biólogos, literarios berracos, estudiados, capaces de darlo todo, y yo, con mi disciplina también encima como ellos, con un plus porque estudié pedagogía, didáctica y demás, me sentí menos. Sentí que no debía estar ahí aún, que no era mi turno, que... miles de cosas. Llegó un punto en que no sabía si era alguien dentro de mi cabeza saboteándome la alegría de estar allí, de pertenecer a ese grupo, de honrar mis cinco años en la universidad, mi disciplina, mi carrera, mis sueños. Puta, me odié un poquito por pensar tantas cosas.

Mi hermano, otro de los físicos, estaba allí porque hace parte del grupo docente líder. Me dijo: "Se siente muy intimidante estar al frente de ellos [los físicos], hay mucha arrogancia y prepotencia porque ellos han hecho muchas cosas, y me cuesta no sentir eso, pero si estoy acá es por algo, ¿sí o no?" Cuando él me dijo eso no pude evitar pensar que tal vez, él sentía lo mismo que yo, que tal vez en algún punto se sintió subestimado también. Y tal vez, como ya lo escribí aquí, a los dos, esa falta de reconocimiento nos afectó en el autoestima. Y voilà, tal vez ni sea cierto y yo pienso mucho y me vuelvo una análitica supremamente jarta... pero tal vez sí, ¿por qué putas no, eh?

Al menos volví a atar otros dos nudos, y me doy cuenta que mi autoestima y reconocimiento definitivamente van de la mano. Y dioooooos, cómo los necesito. 

Ahora, tengo claro otro propósito para este 2015. 
   

5.1.15

Ayer fuimos al mercado de las pulgas.

Es una maravilla cuando empiezas a ver el valor que tienen las cosas, no importa incluso si aprendiste su valor cuando ya no las tuviste cerca. Yo, por ejemplo, aprendí a valorar mis fines de semana. 

Desde abril del 2014 empecé a trabajar en un lugar de retail sábados, domingos y festivos, sí, aquellos días de la semana dedicados a descansar fueron mis días de trabajo. Claro, al inicio fue difícil. Me dolían las piernas porque no estaba para nada acostumbrada a estar tanto tiempo de pie, y llegaba a casa los domingos cansadísima deseando dormir hasta el siguiente fin de semana. Pero nunca fue así. Tuve que aprender a equilibrar tanto tiempo libre entre semana, durante la universidad y su ajetreo. Tuve que aprender a dejar que el fin de semana pasara, a no estresarme tanto y a llegar los domingos a terminar trabajos para, claro, el lunes siguiente. (Me cuesta aún organizar b-i-e-n mi tiempo)

De todas formas pasó el primer semestre del año y el siguiente fue mucho más ligero, me divertí más en el trabajo aunque se volviera un poco una tortura por la llegada de nuevos jefes. En fin, ahora que tuve la oportunidad de renunciar para empezar a trabajar en mi verdadero campo laboral (soy profesora de inglés, yeah!) tuve mi primer fin de semana libre.

Sí, tuve mi primer fin de semana libre (l-i-b-r-e) en nueve meses, y tuve que disfrutarlo. Tenía muchas ganas de ir al mercado de las pulgas y ayer fuimos, no sin antes hacer un recorrido en la ciclovía por rutas que no conocía (shame on me) y conociendo un nuevo lugar de donuts en Bogotá, Krispy Kreme. Son deliciosas, caí en sus redes. 

En fin, ayer fuimos al mercado de las pulgas y hubo tantas cosas que nos recordaron nuestra infancia, demasiadas, incluso no esas tan obvias como awww mira a Mufasa! o algo así. Chico Calvin por ejemplo encontró un carrito del tamaño de un borrador con el que él recordó que jugaba cuando era pequeño, que podía desarmar, quitarle las rueditas (me lo mostró como tres veces de lo maravillado que estaba) y sin más, lo alegró mucho.

Después de esa visita le encuentro valor a mis fines de semana, pero también a mi adultez. Sé que mi infancia es una de mis mejores etapas de la vida, pero sé que niña no soy. No del todo. Soy grande, pienso un poco más que cuando era peque, y en definitiva a veces me cuesta imaginar que una escoba es un caballo para galopar. Aún así, me quiero dar el lujo de valorar mi adultez, esta étapa de libertad, donde no dependo de mis padres para salir segura a la calle, donde puedo elegir que la escoba sea más que un caballo, y tal vez se convierta en una nave interespacial YWZ7000, donde puedo permitirme soñar y aparte, cumplir mis sueños.

No quiero valorar mi adultez cuando ya se haya ido y sea muy tarde, porque sé que esa es mi historia con mi infancia. Yo también la valoré cuando ya no la tuve, por querer correr a ser grande. El 2015 empieza con mis mayores responsabilidades como adulta, y pienso disfrutar el recorrido. ¡Venga, 2015, voy a por ti!

(estoy viendo videos españoletes y coño que se me han quedado cosas, joder)