19.8.14

Manías-confesiones


Estaba así en el mundo de la internets y me encontré con este artículo de una revista cheverita de acá (padre, chida, para ustedes mi mundo bloggeril mexicano) y pensé compartir mis manías así como para liberarme de ellas y vivir en paz, ja:
  • Yo me urgo la nariz porque no soporto tener mocos. Es la manía más molesta y sucia, pero ya es como una necesidad tener la nariz despejadita, siempre. A veces digo que voy al baño a MEAR pero no es cierto, gente, nooooo. Jajaja. (La verdá es que también meo, siempre)
  • Me gusta comer comida que haga ruidito al entrar a la boca. No ese ruido de cuando la gente come con la boca abierta (yo lo hago para molestar a mi novio, na' más)... sino el ruidito crocante de las papas, de los platanitos, de todo lo frito. Creo que lo disfruto más que el sabor mismo.
  • Yo le doy piquitos a mis gatos, a lo gato. O sea, nariz con nariz. TODA LA VIDA lo he hecho y no pienso nunca, nunca, ever, never, no renunciar a ello. Yo lo llamo: besuquearnos y amarnos de lo lindo. Y también tocarles la nariz mojadita, también a los perros. Es también como una necesidad enfermiza.
  • Ya tenía razón mi exnovia cuando me dijo Obsesiva, porque sí que lo soy, me obsesiono con algo, me engancho y luego plop, adiós. Ustedes ya conocen mi periodo Lady gagiano, mi periodo Tegan-and-Sariano, como cuando me obsesioné con el Blogger por allá en el 2009, cuando me obsesioné hasta con la Maga, pues. Heavy.
  • Por ejemplo, estoy en obsesión con Twitter bien cruda. Espero ya me pase pronto, dios.
  • Yo stalkeo mucho a la gente, por redes sociales, of course, no me imaginen a media noche en la portería de la casa de alguien o algo así. Ni más faltaba.
  • No soporto que me coqueteen en la calle, me enoja mucho y grito como loca. Tampoco soporto que morboseen a otras mujeres en la calle y las defiendo... como si me pidieran el favor, cuando no.
  • No me gusta correr para cruzar la calle, excepto cuando corro como Phoebe para reírme un rato y hacer reír. De resto, no me gusta, prefiero cruzar la calle caminando siempre.
  • No soporto los barros. Yo no tengo, y cuando veo a alguien con un barro mi cabeza dice: Déjame sacarte esa asquerosidad. Y así.

15.8.14

Carta abierta a "mi" nueva ginecóloga:

Antes de iniciar, quiero aclarar que ésta será una carta abierta porque he descubierto que hacer público (o al menos) escribir lo que siento sirve de algo

El nombre Jazmin me remite a momentos felices, hermosos y bellos. A una ciudad bonita de este país y a tres mujeres que me alcahueteaban todo en la vida y me consentían por montones. Claro, una de ellas era Jazmín, y su nombre siempre olerá a flor para mí. Así su nombre se escriba Yasmith y el de usted, ginecóloga, se escriba Yasminne. Ese nombre sólo trae buenas noticias para mí, como el tenerla a usted en mi segunda citología y salir del consultorio convencida que a veces en la vida, hay que dar una segunda oportunidad.

Le confieso que fui con miedo, mucho miedo. De verdad esperaba que la citología del 2012 hubiese sido la primera y última de mi vida, pero verá que mi vida sexual es ahora activa (gracias) y la constante cara de asombro de mis doctores cuando les digo que la última citología fue hace dos años empezó a picarme en la cabeza insistiéndome en que era momento de darle, al examen, una segunda oportunidad. 

La vida me dio la oportunidad de cambiar de sede de atención, que queda gloriosamente a quince minutos de mi casa en bicicleta y que hace que yo pase al lado de uno de los parques más grandes de la ciudad, el Simón Bolivar. Y claro, también me dio la oportunidad de ser su paciente. Usted supo cómo hablarme, cómo convencerme que ésta vez no sufriría y que a mis próximas citas no debo faltar.

Gracias a usted, infinitamente, por entenderme como mujer también. Sepa que volveré, tal vez no en un año, porque no me volví fan del examen, pero igual volveré porque dicen que para mi salud es importante.

Gracias de nuevo. Si ve a la señora Valderrama, dígale que de corazón, espero que esté cultivando papas. 

6.8.14

Desde siempre.

Me he dado cuenta que me dueles en el amor más grande que te he tenido. Que te extraño infinitamente y que muchas veces quisiera sostener tu mano nuevamente entre las mías, darte besos en cada rincón de tu cuerpo y mirarte dulcemente a los ojos.

Pero me he dado cuenta que te he extrañado desde siempre, y te he soñado infinitamente, sobretodo despierta, sin el peso de las cobijas en mi cuerpo en las noches de soledad en las que te esperaba ansiosa, deseosa. Te he extrañado desde siempre, antes, durante y después de conocerte.

Quisiera no seguir extrañándote, sólo tenerte a mi lado. De cualquier forma.