9.11.21

Navidad

 De la serie: Lecciones de un viaje de sanación



The opposite of love is fear
I'm still trying to get
used to how the former feels
'Cause it feels so new
You think you know me
Wait 'til I open up to you


Le dije constantemente a la gente que me pretendía cuando tenía alrededor de 15 años en adelante, que a mí la navidad no me gustaba. Era un poco de todo: yo tenía que ir en contra de todo lo que al resto del mundo le gustaba, por ejemplo, era la edad para hacerlo. Si a los demás les gustaba esa fecha, pues a mí no. ¡Hola, mírame, soy diferente! Tambien porque tenía que establecer eso que me hacía yo, entonces decidí que la Navidad no hacía parte de mi personalidad. Pero en realidad era una fecha que detestaba y me costaba decirlo porque no entendía muy bien por qué. Se me era más fácil decir que era por la rebeldía adolescente.

Han pasado muchos años ya y la navidad no me llena de motivos para celebrar aún. Y cuando la adolescencia dejó de ser una excusa, no encontré motivos para odiarla. Solo la detestaba por ser.

O eso creía. La verdad es que la fecha es una ocasión para celebrar en familia y el problema no ha sido la navidad en sí - ha sido mi familia, all along. Mi familia que solo cumple con un requisito para ser familia: hay dos personas que hacen de padres (en este caso una mujer y un hombre, a quienes llamaremos Mamá y Papá), ellos tuvieron cuatro hijos (tres de ellos a quienes llamaremos Hermanos) y yo, otro miembro más en ese grupo. También hubo una Hermana, pero ella fue menor, y no participó en esta dinámica cuando yo era niña.

El concepto de familia ha sido para mí, por muchos años de mi vida, una vacía definición de roles impuestos. Mi papá es mi papá porque embarazó a mi mamá y le tocó quedarse. Ustedes dirán que no le tocó, pero sí porque entonces se habría ido, ¿no? Y a él le queda muy bien el papel de víctima, así que para la comodidad del jefe de la casa, vamos a decir que le tocó quedarse. A mi mamá le tocó ser mamá porque quedó embarazada, a mis hermanos les tocó nacer y a mi me tocó ser su hermana... Así más o menos. Por mucho tiempo eso ha sido familia. Nada más, nada menos.

Y aunque suene triste y depresivo, por fin es algo que puedo decir porque soy consciente de ello. Soy consciente que no tuve una base emocional estable al crecer, que aprendí a desconfiar, que aprendí a controlar para encontrar algo de seguridad y estabilidad, porque no me daban de eso en mi familia. Que rogué y pedí a gritos que me valoraran y me reconocieran y que en vez de alimentar mi autoestima, mi familia alimentó mis deseos suicidas. Ideas intrusivas que me dicen una y otra vez que no valgo nada y que no merezco amor.

La navidad es sinónimo de amor en familia. ¿Díganme cómo no iba a odiarla? Familia - Amor, son cosas que han sido ajenas a mí. Me llena de mucha tristeza aún escuchar a la gente a mi alrededor hablar de sus familias, de sus navidades, ver sus caras llenas de vida y felicidad cada vez que recuerdan esos momentos que se sienten únicos y especiales. Yo no hablo, llevo bastantes años en los que no hablo y no comparto mi vida. He notado lo depresiva y triste que es para los demás. Para mí misma. Todas las historias, todas las anécdotas que tengo llevan a un trauma o a una herida que está ahí latente. Una que parece normal porque al fin y al cabo era una realidad que viví hasta mis 20 años.

Me llena de tristeza y de sorpresa darme cuenta que todo lo que alguna vez tomé por normal no lo era. No lo es. Que no todas las navidades son tristes, que no en todas las navidades te quieres morir y desaparecer. Que las navidades no son una época de rencor y de dolor que hay que revivir hasta que cada víctima y victimarios lleve en su piel el tatuaje del dolor bien marcado, como al ganado que le tocó estar ahí, a merced de sus dueños. Que no es una época para agradecer esa marca como símbolo de pertenencia en ese grupo llamada Familia porque al final, era mejor estar mal acompañado que solo. O algo así.

Sé que dejé a mi familia hace ocho años ya, pero esa marca de ganado queda para siempre en la piel y solo puedo cubrir la cicatriz que deja. Una marca que me acompaña fielmente pero que espero no determine más mi ser. Parte de este viaje de sanación ha sido entender donde se dibujan las líneas, donde se marcan los límites. Donde está mi rol como hija, como hermana y donde están los roles de los otros actores en esa familia. Incluso, entender su rol dentro de esta dinámica familiar que no es la de Disney, ni la de Hollywood. Empezar a deconstruir un concepto que tenía de mí misma e incluso de una fecha tan importante culturalmente y que no determina quién soy, sino que es parte de mi experiencia y puede ser una historia más. Una que tal vez comparta, cuando sienta que quiera hablar cuando la gente comparta sus propias anécdotas de navidad y yo no sienta que las mías duelan.